Löydetty 124 Tulokset: Samuel 19

  • Concibió Ana y llegado el tiempo dio a luz un niño a quien llamó Samuel, «porque, dijo, se lo he pedido a Yahveh». (I Samuel 1, 20)

  • Estaba Samuel al servicio de Yahveh, muchacho vestido con efod de lino. (I Samuel 2, 18)

  • En efecto, Yahveh visitó a Ana, que concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas; el niño Samuel crecía ante Yahveh. (I Samuel 2, 21)

  • Cuanto al niño Samuel, iba creciendo y haciéndose grato tanto a Yahveh como a los hombres. (I Samuel 2, 26)

  • Servía el niño Samuel a Yahveh a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la palabra de Yahveh, y no eran corrientes las visiones. (I Samuel 3, 1)

  • no estaba aún apagada la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el Santuario de Yahveh, donde se encontraba el arca de Dios. (I Samuel 3, 3)

  • Llamó Yahveh: «¡Samuel, Samuel!» El respondió: «¡Aquí estoy!», (I Samuel 3, 4)

  • Volvió a llamar Yahveh: «¡Samuel!» Se levantó Samuel y se fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Elí le respondió: «Yo no te he llamado, hijo mío, vuélvete a acostar.» (I Samuel 3, 6)

  • Aún no conocía Samuel a Yahveh, pues no le había sido revelada la palabra de Yahveh. (I Samuel 3, 7)

  • Tercera vez llamó Yahveh a Samuel y él se levantó y se fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Comprendió entonces Elí que era Yahveh quien llamaba al niño, (I Samuel 3, 8)

  • y dijo a Samuel: «Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yahveh, que tu siervo escucha.» Samuel se fue y se acostó en su sitio. (I Samuel 3, 9)

  • Vino Yahveh, se paró y llamó como las veces anteriores «Samuel, Samuel!» Respondió Samuel: «¡Habla, que tu siervo escucha.» (I Samuel 3, 10)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina