Löydetty 129 Tulokset: Dinero

  • No darán a los combatientes trigo, armas, dinero ni naves. Así lo ha decidido Roma. Guardarán sus compromisos sin dolo. (I Macabeos 8, 28)

  • Simón, aunque se dio cuenta de que le hablaban con falsedad, envió a buscar el dinero y los niños para no provocar contra sí una gran enemistad del pueblo que diría: (I Macabeos 13, 17)

  • «Porque no envié yo el dinero y los niños, ha muerto Jonatán.» (I Macabeos 13, 18)

  • y le comunicó que el tesoro de Jerusalén, estaba repleto de riquezas incontables, hasta el punto de ser incalculable la cantidad de dinero, sin equivalencia con los gastos de los sacrificios, y que era posible que cayeran en poder del rey. (II Macabeos 3, 6)

  • Y así, el dinero que estaba destinado por voluntad del que lo enviaba, al sacrificio de Hércules, se empleó por deseo de los portadores, en la construcción de las trirremes. (II Macabeos 4, 20)

  • Tres años después, Jasón envió a Menelao, hermano del ya mencionado Simón, para llevar el dinero al rey y gestionar la negociación de asuntos urgentes. (II Macabeos 4, 23)

  • Menelao detentaba ciertamente el poder, pero nada pagaba del dinero prometido al rey, (II Macabeos 4, 27)

  • Se apoderaron del dinero de los que habían venido a comprarlos. Después de haberlos perseguido bastante tiempo, se volvieron, obligados por la hora, (II Macabeos 8, 25)

  • Pero los hombres de Simón, ávidos de dinero, se dejaron sobornar por algunos de los que estaban en las torres; por 70.000 dracmas dejaron que algunos se escapasen. (II Macabeos 10, 20)

  • Cuando se dio a Macabeo la noticia de lo sucedido, reunió a los jefes del pueblo y acusó a aquellos hombres de haber vendido a sus hermanos por dinero al soltar enemigos contra ellos. (II Macabeos 10, 21)

  • ha llevado en su mano la bolsa del dinero, volverá a casa para la luna llena.» (Proverbios 7, 20)

  • Quien ama el dinero, no se harta de él, y para quien ama riquezas, no bastas ganancias. También esto es vanidad. (Eclesiastés 5, 9)


“Tenhamos sempre horror ao pecado mortal e nunca deixemos de caminhar na estrada da santa eternidade.” São Padre Pio de Pietrelcina