Löydetty 62 Tulokset: Adonde

  • David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías el hitita.» Joab envió a Urías adonde David. (II Samuel 11, 6)

  • Absalón huyó yéndose adonde Talmay, hijo de Ammijud, rey de Guesur; y el rey lloraba todos los días por su hijo. (II Samuel 13, 37)

  • Lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón y se volvió Jeroboam de Egipto. (I Reyes 12, 2)

  • Vinieron todos los ancianos de Israel adonde el rey, a Hebrón; David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahveh; y ellos ungieron a David como rey sobre Israel, según la palabra que Yahveh había pronunciado por boca de Samuel. (I Crónicas 11, 3)

  • Apenas lo supo Jeroboam, hijo de Nebat, que estaba todavía en Egipto, adonde había ido huyendo del rey Salomón, volvió de Egipto, (II Crónicas 10, 2)

  • que estaban donde el animal estuviese y le acompañaban adonde fuese, sin apartarse de él. (I Macabeos 6, 36)

  • Luego puso la provincia en manos de Alcimo, dejó con él tropas que le sostuvieran y se marchó adonde el rey. (I Macabeos 7, 20)

  • Cuando Báquides vio que había muerto Alcimo, se volvió adonde el rey y hubo tranquilidad en el país de Judá por espacio de dos años. (I Macabeos 9, 57)

  • Y dirán los habitantes de esta costa aquel día: «Ahí tenéis en qué ha parado la esperanza nuestra, adonde acudíamos en busca de auxilio para librarnos del rey de Asur. Pues ¿cómo nos escaparemos nosotros? (Isaías 20, 6)

  • Pues habrá un día en que griten los centinelas en la montaña de Efraím: «¡Levantaos y subamos a Sión, adonde Yahveh, el Dios nuestro!» (Jeremías 31, 6)

  • Entonces todos los jefes enviaron a Yehudí, hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Kusí a decir a Baruc: «Toma en tus propias manos el rollo en el que has leído en voz alta al pueblo y vente.» Baruc, hijo de Neriyías, tomó el rollo en sus manos y se dirigió adonde ellos. (Jeremías 36, 14)

  • Y entraron adonde el rey, a la corte (el rollo lo consignaron en la cámara de Elisamá el escriba) y anunciaron a oídos del rey todas aquellas palabras. (Jeremías 36, 20)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina