Löydetty 82 Tulokset: tesoro escondido

  • Ezequías se alegró de esto, y mostró a los emisarios la sala del tesoro, la plata, el oro, los perfumes, el aceite precioso, su arsenal y todo lo que se encontraba en sus depósitos. De todo lo que había en su palacio y en sus dominios, no quedó nada que Ezequías no les hiciera ver. (II Reyes 20, 13)

  • Ornán, que estaba trillando el trigo, al darse vuelta, había visto al Ángel, y los cuatro hijos que estaban con él se habían escondido. (I Crónicas 21, 20)

  • Los que tenían piedras preciosas, las entregaron en manos de Iejiel, el gersonita, para el tesoro de la Casa del Señor. (I Crónicas 29, 8)

  • Según sus posibilidades, entregaron al tesoro del culto 61.000 dracmas de oro, 5.000 minas de plata y 100 túnicas sacerdotales. (Esdras 2, 69)

  • Si tuvieras necesidad de hacer otros gastos para la Casa de tu Dios, se cubrirán con los fondos del tesoro del rey. (Esdras 7, 20)

  • Algunos jefes de familia hicieron ofrendas voluntarias para la obra. El gobernador entregó al Tesoro 1.000 monedas de oro, 50 copas, 30 túnicas sacerdotales y 500 minas de plata. (Nehemías 7, 69)

  • Los jefes de familia entregaron al Tesoro de la obra 20.000 monedas de oro y 2.200 minas de plata. (Nehemías 7, 70)

  • Un sacerdote, hijo de Aarón, estará con los levitas cuando cobren el diezmo, y los levitas harán llegar la décima parte del diezmo a la Casa de nuestro Dios, para los depósitos del Tesoro. (Nehemías 10, 39)

  • Todos mis bienes fueron embargados y confiscados para el tesoro real: no me quedó nada, excepto mi esposa Ana y mi hijo Tobías. (Tobías 1, 20)

  • Así acumularás un buen tesoro para el día de la necesidad. (Tobías 4, 9)

  • Si le parece bien, se dará por escrito la orden de eliminarlos. Y yo depositaré diez mil talentos de plata en las manos de los administradores, para que ingresen en el tesoro real". (Ester 3, 9)

  • Mardoqueo lo puso al tanto de lo que sucedía y de la suma de dinero que Amán había prometido entregar al tesoro real por el exterminio de los judíos. (Ester 4, 7)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina