Löydetty 74 Tulokset: Josafat

  • En lugar de Asá reinó su hijo Josafat, el cual logró imponerse sobre Israel. (II Crónicas 17, 1)

  • El Señor estuvo con Josafat, porque él siguió los caminos que su padre había seguido al comienzo, y no buscó a los Baales, (II Crónicas 17, 3)

  • El terror del Señor se apoderó de todos los reinos de los países que rodeaban a Judá, de manera que no hicieron la guerra contra Josafat. (II Crónicas 17, 10)

  • Algunos filisteos trajeron a Josafat presentes y plata en calidad de tributo. También los árabes le trajeron siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos chivos. (II Crónicas 17, 11)

  • Así Josafat prosperaba cada día más, y construyó en Judá fortalezas y ciudades de aprovisionamiento. (II Crónicas 17, 12)

  • Josafat tenía abundantes reservas en las ciudades de Judá, y un regimiento de guerreros en Jerusalén. (II Crónicas 17, 13)

  • Josafat tuvo riquezas y gloria en abundancia. Y como se había emparentado con Ajab, (II Crónicas 18, 1)

  • Ajab, rey de Israel, dijo a Josafat, rey de Judá: "¿Irías conmigo contra Ramot de Galaad?". Josafat respondió al rey de Israel: "Cuenta conmigo como contigo mismo, con mi gente como con la tuya". (II Crónicas 18, 3)

  • Pero Josafat insistió: "¿No queda por ahí algún profeta del Señor para consultar por medio de él?". (II Crónicas 18, 6)

  • El rey de Israel dijo a Josafat: "Si, queda todavía un hombre por cuyo intermedio se podría consultar al Señor. Pero yo lo detesto, porque nunca me vaticina nada bueno, sino sólo desgracias: es Miqueas, hijo de Imlá". "No hable el rey de esa manera", replicó Josafat. (II Crónicas 18, 7)

  • El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su trono, con sus vestiduras reales, sobre la explanada que está a la entrada de la puerta de Samaría, mientras todos los profetas vaticinaban delante de ellos. (II Crónicas 18, 9)

  • El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron hacia Ramot de Galaad. (II Crónicas 18, 28)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina