Löydetty 101 Tulokset: Castigo
¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de este dios poderoso? Este es el dios que castigó a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto. (I Samuel 4, 8)
El Señor castigó a la gente de Bet Semes, porque habían mirado el Arca del Señor. Como él hirió a setenta hombres, el pueblo estuvo de duelo porque el Señor les había infligido un castigo tan grande. (I Samuel 6, 19)
Ahora no lo dejes sin castigo, porque eres un hombre sensato y sabes cómo deberás tratarlo para que sus cabellos blancos bajen ensangrentados al Abismo". (I Reyes 2, 9)
Si mi padre los cargó con un yugo pesado, yo lo haré más pesado aún; si él los castigó con látigos, yo usaré lonjas con puntas de hierro’". (I Reyes 12, 11)
y, siguiendo el consejo de los jóvenes, les habló así: "Mi padre les impuso un yugo pesado, y yo lo haré más pesado aún; mi padre los castigó con látigos, y yo usaré lonjas con puntas de hierro". (I Reyes 12, 14)
Ellos se dijeron unos a otros: "No está bien lo que estamos haciendo. Este es un día de buenas noticias. Si nos quedamos callados y aguardamos hasta el amanecer, no nos libraremos de un castigo. Vayamos mejor ahora mismo a informar a la casa del rey". (II Reyes 7, 9)
"Así habla Ezequías: Hoy es un día de angustia, de castigo y de oprobio, porque los hijos están a punto de nacer, pero no hay fuerza para darlos a luz. (II Reyes 19, 3)
no toleró que nadie los oprimiera, y castigó a reyes, por amor a ellos: (I Crónicas 16, 21)
Dios vio esto con malos ojos y castigó a Israel. (I Crónicas 21, 7)
Si mi padre los cargó con un yugo pesado, yo lo haré más pesado aún; si él los castigó con látigos, yo usaré lonjas con puntas de hierro’". (II Crónicas 10, 11)
y, siguiendo el consejo de los jóvenes, les habló así: "Mi padre les impuso un yugo pesado, y yo lo haré más pesado aún; si él los castigó con látigos, yo usaré lonjas con puntas de hierro". (II Crónicas 10, 14)
‘Si nos sobreviene alguna desgracia -la espada, el castigo, la peste o el hambre- nos presentaremos delante de esta Casa y delante de ti, porque tu Nombre reside en ella; te invocaremos en nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás’. (II Crónicas 20, 9)