Löydetty 299 Tulokset: llegó

  • El rey volvió y llegó al río Jordán. Los de Judá habían llegado hasta Guilgal,para salir y encontrar al rey, y ayudarlo a pasar el Jordán. (2 Samuel 19, 16)

  • Cuando llegó de Jerusalén al encuentro del rey, éste le dijo: (2 Samuel 19, 26)

  • Joab pasó por todas las tribus de Israel y llegó a Abel-Bet-Maaká. Todos los aliados se reunieron y lo siguieron. (2 Samuel 20, 14)

  • En mi angustia clamé a Yavé, invoqué a mi Dios, desde su templo oyó mi voz, y mi clamor llegó a sus oídos. (2 Samuel 22, 7)

  • Cuando estaba conversando con el rey, llegó el profeta Natán. (1 Reyes 1, 22)

  • Llegó, pues, a Jerusalén con un gran número de camellos cargados de perfumes y de gran cantidad de oro y joyas. Cuando estuvo en la presencia de Salomón, ella le expuso todas sus dudas, (1 Reyes 10, 2)

  • Faraón le contestó: «¿Qué te falta estando a mi lado para que quieras irte a tu tierra?» El respondió: «Nada, pero déjame partir.» Así, pues, Hadad llegó a ser un adversario: reinaba en Edom y odiaba a Israel. (1 Reyes 11, 22)

  • Por orden de Yavé un hombre de Dios salió del país de Judá y llegó a Betel en el momento en que el rey Jeroboam, de pie al lado del altar, se preparaba a quemar incienso. (1 Reyes 13, 1)

  • Cuando estaban sentados a la mesa una palabra de Yavé llegó al profeta anciano, (1 Reyes 13, 20)

  • Pues el ejército estaba sitiando Guibetón de los filisteos y, cuando llegó al campamento la noticia de que Zimri había conspirado y dado muerte a Elá, proclamaron rey a Omrí ese mismo día. (1 Reyes 16, 16)

  • Cuando llegó el mediodía, Elías empezó a burlarse de ellos, diciendo: «Griten más fuerte, cierto que Baal es Dios, pero debe estar ocupado, debe andar de viaje, tal vez está durmiendo y tendrá que despertarse.» (1 Reyes 18, 27)

  • Allí se dirigió hacia la cueva y pasó la noche en aquel lugar. Y le llegó una palabra de Yavé: «¿Qué haces aquí, Elías?» (1 Reyes 19, 9)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina