Proverbios, 9
18. Pero él no sabe que allí están las Sombras, y sus invitados, en las profundidades del Abismo.
18. Pero él no sabe que allí están las Sombras, y sus invitados, en las profundidades del Abismo.
Proverbios 9 presenta la sabiduría personificada como una mujer que invita al simple comer de su fiesta y de volverse sabio. El capítulo contrasta la sabiduría con la tontería, enfatizando la importancia de seguir el camino de la sabiduría para lograr una vida plena y satisfactoria.
Santiago 1:5: "Y si alguno de ustedes carece de sabiduría, pídelo a Dios, que da a todos generalmente y no lo arroja a la cara; y se le dará a él". Este versículo destaca la importancia de buscar la sabiduría de Dios en todas las situaciones y reconocer que él es la fuente de la verdadera sabiduría.
Proverbios 3:13-14: "Bendito es el hombre que encuentra sabiduría, y el hombre que adquiere conocimiento; porque su mercancía es mejor que la mercancía de plata, y sus ganancias más grandes que el oro delgado". Este versículo destaca la importancia de la sabiduría como mucho más valiosa que el dinero y el oro.
Colosenses 2:2-3: "Que sus corazones puedan ser consolados, y se unan en amor y enriquecidos por la plenitud de la inteligencia, hasta el conocimiento del misterio de Dios y el Padre, y de Cristo, en quienes todos los tesoros de La sabiduría está oculta. Y la ciencia ". Este versículo destaca la importancia de conocer la sabiduría de Dios en Cristo como un medio para lograr una comprensión completa de la verdad.
Proverbios 10:14: "Los sabios han entrado en conocimiento, pero la boca del tonto es una destrucción inminente". Este versículo destaca la importancia de valorar y mantener la sabiduría, en contraste con la necedad que conduce a la destrucción.
Proverbios 16:16: "¡Cuanto mejor sea adquirir sabiduría que el oro! ¡Y cuanto más excelente, adquiera prudencia que plata!" Este versículo nuevamente enfatiza la importancia de buscar la sabiduría y la prudencia como tesoros más valiosos que el dinero y las posesiones materiales.
O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina
