Biblia Católica
 

Hebreos, 7

20. Además, todo esto ha sido confirmado con un juramento. Porque, mientras los descendientes de Leví fueron instituidos sacerdotes sin la garantía de un juramento,

Versos relacionados con Hebreos, 7:

Hebreos 7 trata principalmente del sacerdocio de Melquisedec y cómo se relaciona con el sacerdocio de Jesús. El capítulo destaca la superioridad del sacerdocio de Jesús en relación con el sacerdocio levítico, así como la importancia de su muerte y resurrección para la salvación de los pecados. Aquí hay cinco versos relacionados con los temas abordados en Hebreos 7, en orden de proximidad al capítulo:

Salmo 110:4: "El Señor ha jurado y no se arrepentirá: eres sacerdote eterno, de acuerdo con la orden de Melquisedek". Este versículo se cita varias veces en Hebreos 7 para enfatizar la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el sacerdocio levítico.

Hebreos 5:6: "Como también dice en otra parte: eres sacerdote eterno, según la Orden de Melquisedec". Aquí, el autor de Hebreos nuevamente cita el Salmo 110:4 para apoyar su argumento de que Jesús es el sumo sacerdote perfecto, según la Orden de Melquisedec.

Hebreos 2:17: "Por lo tanto, era similar a los hermanos, ser el sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que es de Dios, expiar los pecados de la gente". Este versículo destaca la importancia de la humanidad de Jesús para su función como sumo sacerdote.

Hebreos 9:15: "Y, por lo tanto, es mediador de un Nuevo Testamento, de modo que, interviniendo la muerte por la remisión de las transgresiones bajo la primera voluntad, la SO, recibe la promesa de la herencia eterna". Aquí, el autor de Hebreos enfatiza la importancia de la muerte de Jesús para la remisión de los pecados y la inauguración de un nuevo pacto.

Hebreos 10:10: "En el que habrá sido santificado por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecho una vez". Este versículo destaca la importancia de la muerte de Jesús como una oferta única y suficiente para la santificación de los creyentes.





“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina