Catholic Bible
 

I Samuel, 25

36. Cuando Abigaíl llegó donde Nabal, estaba celebrando en su casa un banquete regio; estaba alegre su corazón y completamente borracho. No le dijo una palabra, ni grande ni pequeña, hasta el lucir del día.

Verses related to I Samuel, 25:

1 Samuel 25 narra la historia de Abigail, esposa de Nabal, un hombre grosero y tonto que se niega a ayudar a David y a sus hombres en un momento de necesidad. Abigail, a su vez, toma la iniciativa de proporcionar alimentos y suministros a David, evitando así una guerra entre su esposo y el futuro rey. Los siguientes versos están relacionados con temas cubiertos en este capítulo:

Proverbios 15:1: "La respuesta leve desvía el furor, pero la palabra dura aumenta la ira". Abigail es un ejemplo de cómo una respuesta amable puede evitar conflictos y promover la paz.

Proverbios 21:9: "Es mejor vivir en una esquina de la techo que tener como compañero en una casa grande una mujer pendientes". Nabal es un ejemplo de un hombre grosero y pendientes que termina en una situación peligrosa debido a su comportamiento.

Proverbios 25:21-22: "Si tu enemigo tiene hambre, dale pan para comer; y si tiene sed, dale agua para beber; porque te agacharás con brasas en su cabeza, y el Señor te recompensará". Abigail demuestra generosidad y compasión al proporcionar alimentos y suministros a David y sus hombres, a pesar de que él sabía que su esposo era un hombre grosero y tonto.

Eclesiastés 7:9: "No tengas prisa en tu espíritu hacia la ira, porque la ira descansa dentro de los tontos". David muestra sabiduría al negarse a tomar represalias contra Nabal y sus hombres, aunque fue insultado y faltado al respeto.

Romanos 12:19: "No se vengarán, amados, sino que le darán la ira de Dios, porque está escrita, mi venganza; recompensaré, diré el Señor". David confía en Dios para tratar con aquellos que lo ofenden, en lugar de buscar venganza por su cuenta.





“As almas não são oferecidas como dom; compram-se. Vós ignorais quanto custaram a Jesus. É sempre com a mesma moeda que é preciso pagá-las”. São Padre Pio de Pietrelcina