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  • Y me dijo: "Daniel, hombre preferido por Dios, presta atención a las palabras que te voy a decir e incorpórate, pues ahora he sido enviado a ti". Al decirme esto, me incorporé temblando todavía. (Daniel 10, 11)

  • Él continuó: "No temas, Daniel, pues desde el primer día que tú, con el fin de comprender, decidiste hacer penitencia ante tu Dios, fueron escuchadas tus palabras y, debido a ellas, he venido yo. (Daniel 10, 12)

  • Tú, Daniel, mantén en secreto estas palabras y sella el libro hasta el tiempo prefijado. Muchos andarán perplejos, pero aumentará el saber. (Daniel 12, 4)

  • Me respondió: "Anda, Daniel, que estas palabras han de quedar cerradas y selladas hasta el momento final. (Daniel 12, 9)

  • "¡Yo soy inocente de la sangre de esa mujer!". Todos los presentes se volvieron hacia él y le preguntaron: "¿Qué quieres decir con estas palabras?". (Daniel 13, 47)

  • Así comienzan las palabras que el Señor dijo a Oseas: "Anda, toma por mujer una prostituta y engendra hijos de prostitución, porque el país no hace más que prostituirse, alejándose del Señor". (Oseas 1, 2)

  • Por eso te hice pedazos; por medio de los profetas, te he matado con las palabras de mi boca, y mi justicia brota como la luz. (Oseas 6, 5)

  • Palabras y palabras, vanos juramentos, pactos que hacen; la justicia brota como planta venenosa en los surcos del campo. (Oseas 10, 4)

  • Buscad palabras y volved al Señor. Decidle: Perdona todas nuestras culpas para que recobremos la felicidad y te ofrezcamos en sacrificio palabras de alabanza. (Oseas 14, 3)

  • Amasías, sacerdote de Betel, mandó a decir a Jeroboán, rey de Israel: "Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; la tierra no puede soportar todas sus palabras. (Amós 7, 10)

  • ¿Es que será maldita la casa de Jacob? ¿Es que se ha terminado la paciencia del Señor? ¿Así es como él se comporta? ¿No son sus palabras benignas para el que practica la justicia?". (Miqueas 2, 7)

  • Entonces Zorobabel, hijo de Sealtiel; Josué, hijo de Yehosadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo escucharon la voz del Señor, su Dios, y las palabras de Ageo, el profeta, según la misión que el Señor le había encomendado, y el pueblo se llenó de temor ante el Señor. (Ageo 1, 12)


“A prática das bem-aventuranças não requer atos de heroísmo, mas a aceitação simples e humilde das várias provações pelas quais a pessoa passa.” São Padre Pio de Pietrelcina