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Luego el rey Nabucodonosor dio orden de que se reuniesen los sátrapas, prefectos, gobernadores generales, tesoreros, jueces, magistrados y todas las autoridades provinciales, y asistiesen a la inauguración de la estatua que él había levantado. (Daniel 3, 2)
Entonces Nabucodonosor, lleno de furor y con el rostro desencajado de ira contra Sidrac, Misac y Abdénago, dio orden de que se encendiese el horno siete veces más de lo corriente (Daniel 3, 19)
Como la orden del rey era apremiante y el horno estaba muy encendido, las llamas alcanzaron y mataron a los hombres que llevaban a Sidrac, Misac y Abdénao, (Daniel 3, 22)
Nabucodonosor entonces exclamó: "¡Bendito sea el Dio de Sidrac, Misac y Abdénago, el cual ha mandado a su ángel a librar a sus siervos, que confiaron en él y desobedecieron la orden del rey, exponiendo su vida, por no postrarse a adorar a ningún otro fuera de su Dios! (Daniel 3, 95)
Entonces promulgué la orden de que se presentaran ante mí todos los sabios de Babilonia, a fin de que me diesen la interpretación del sueño. (Daniel 4, 3)
Ésta es la sentencia que dictan los vigilantes, la orden decidida por los santos, a fin de que sepan los vivientes que el altísimo domina sobre el imperio de los hombres; a quien quiere se lo da y eleva a él al más humilde de los hombres. (Daniel 4, 14)
En cuanto a la orden de dejar el tocón del árbol y sus raíces, quiere decir que tu reino se te conservará una vez que hayas reconocido que todo poder proviene del cielo. (Daniel 4, 23)
He dado la orden de que en todos los dominios de mi reino tiemblen todos y teman ante el Dios de Daniel: Porque él es el Dios vivo, que existe por los siglos; su reino no será jamás destruido y su imperio no tendrá fin. (Daniel 6, 27)
Sábelo, pues, y entiéndelo bien: Desde que se dio la orden de restaurar Jerusalén hasta que surja un príncipe ungido, habrá siete semanas. Durante sesenta y dos semanas, plaza y muros serán restaurados en medio de la angustia de los tiempos. (Daniel 9, 25)
Daniel replicó: "Tu mentira recae sobre tu cabeza; un ángel de Dios ha recibido ya de él la orden de partirte por medio". (Daniel 13, 55)
Como un estrépito de carros que saltan sobre las cimas de los montes, como el crujir de la llama que devora el rastrojo: un pueblo poderoso puesto en orden de batalla. (Joel 2, 5)
Odian al que llama al orden al tribunal, y aborrecen al que testifica la verdad. (Amós 5, 10)