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  • Reúne al pueblo, a hombres, mujeres, niños y al extranjero residente, para que la oigan y aprendan a respetar al Señor, tu Dios, y procuren poner en práctica todas las disposiciones de esta ley. (Deuteronomio 31, 12)

  • No quedó ni una palabra de todo lo que había mandado Moisés que no fuera leída por Josué a toda la asamblea de Israel, incluyendo a las mujeres, a los niños y a los extranjeros residentes. (Josué 8, 35)

  • Ellos se pusieron en marcha poniendo en cabeza a las mujeres, los niños, los rebaños y las cosas de valor. (Jueces 18, 21)

  • Entonces la asamblea envió doce mil hombres de los más valientes con esta orden: "Id y pasad a espada a todos los habitantes de Yabés de Galaad, a las mujeres y a los niños. (Jueces 21, 10)

  • A Nob, ciudad sacerdotal, Saúl la pasó a espada: hombres y mujeres, niños, hasta los de pecho, bueyes, asnos y ovejas. (I Samuel 22, 19)

  • Jazael le preguntó: "¿Por qué llora mi señor?". Él respondió: "Porque sé el mal que has de hacer a los israelitas: pondrás fuego a sus fortalezas, degollarás a espada a sus jóvenes, estrellarás a sus niños de pecho y abrirás en canal a sus embarazadas". (II Reyes 8, 12)

  • que mandaban 36.000 hombres de guerra, divididos por descendencias y familias patriarcales. Eran muchas las mujeres y los niños. (I Crónicas 7, 4)

  • Mientras Esdras oraba y hacía esta confesión llorando y postrado ante el templo de Dios, se congregó junto a él una gran multitud de israelitas, mujeres y niños; todos lloraban amargamente. (Esdras 10, 1)

  • Aquel día se ofrecieron muchos sacrificios entre la alegría general, pues Dios les había dado un motivo de gran alegría. También las mujeres y los niños se regocijaron, de modo que la alegría de Jerusalén se oía desde lejos. (Nehemías 12, 43)

  • Todos los israelitas, hombres, mujeres y niños que habitaban en Jerusalén, se postraron ante el templo, se cubrieron de ceniza sus cabezas y se ciñeron con saco ante el Señor. (Judit 4, 11)

  • Consumidos por el hambre, hombres, mujeres y niños quedarán tendidos por las plazas antes de que intervengas con la espada. (Judit 7, 14)

  • Se desmayaban sus niños, desfallecían de sed sus mujeres y jóvenes y caían exánimes en las calles de la ciudad y en los pasos de las puertas. (Judit 7, 22)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina