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  • ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de crímenes, ralea de malvados, hijos perversos! Han abandonado al Señor, han despreciado al Santo de Israel, le han vuelto la espalda. (Isaías 1, 4)

  • Por eso el Señor no tendrá compasión de sus jóvenes, no se apiadará de sus viudas ni de sus huérfanos; porque todos son malvados y perversos y toda boca habla locuras. Y con todo no ha amainado su cólera; su brazo aún está extendido. (Isaías 9, 16)

  • También él es diestro en atraer desdichas, y no ha cambiado su palabra. Se levantará contra la casa de los malvados y contra el auxilio de los malhechores. (Isaías 31, 2)

  • Muy justo eres tú, Señor, para que yo trate de litigar contigo. No obstante, quiero sólo exponerte un caso: ¿Por qué los malvados prosperan en sus caminos? ¿Por qué viven en paz los traidores? (Jeremías 12, 1)

  • Te libraré de la mano de los malvados y te arrancaré de las garras de los violentos". (Jeremías 15, 21)

  • Cantad al Señor, alabad al Señor, porque él libra al pobre del poder de los malvados. (Jeremías 20, 13)

  • Nos has entregado en manos de enemigos, hombres inicuos, los peores entre los malvados; en manos de un rey injusto, el más perverso de toda la tierra. (Daniel 3, 32)

  • Al día siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de su marido Joaquín, vinieron también los dos viejos malvados, decididos a hacerla condenar a muerte. (Daniel 13, 28)

  • Aquellos malvados le ordenaron que se quitase el velo -pues estaba velada- para poderse al menos saciar de su belleza, (Daniel 13, 32)

  • Desde los días de Guibeá has pecado, Israel. ¡No han cambiado! ¿No alcanzará la guerra en Guibeá a estos malvados? (Oseas 10, 9)

  • Extirparé hombres y ganados, aves del cielo y peces del mar; haré caer a los malvados, exterminaré a los hombres de la superficie de la tierra -dice el Señor-. (Sofonías 1, 3)

  • ¡Raza de víboras! ¿Cómo podéis vosotros hablar de cosas buenas, siendo malvados? Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. (Mateo 12, 34)


“Tenhamos sempre horror ao pecado mortal e nunca deixemos de caminhar na estrada da santa eternidade.” São Padre Pio de Pietrelcina