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  • Pedro, al ver esto, dijo al pueblo: "Israelitas, ¿por qué os asombráis de esto y por qué nos miráis como si por nuestro propio poder o por nuestra bondad hubiéramos hecho andar a éste? (Hechos 3, 12)

  • Y el que no escuche a este profeta será exterminado del pueblo. (Hechos 3, 23)

  • Mientras hablaban al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el oficial del templo y los saduceos, (Hechos 4, 1)

  • molestos de que enseñasen al pueblo y anunciasen que la resurrección de entre los muertos se había realizado ya en la persona de Jesús; (Hechos 4, 2)

  • Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los maestros de la ley. (Hechos 4, 5)

  • Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: "Jefes del pueblo y ancianos de Israel, (Hechos 4, 8)

  • sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que éste se encuentra sano ante vosotros en virtud del nombre de Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y Dios resucitó de entre los muertos. (Hechos 4, 10)

  • Pero para que no se divulgue más entre el pueblo, vamos a amenazarlos para que no vuelvan a hablar a nadie de ese hombre". (Hechos 4, 17)

  • Pero ellos los despidieron amenazándoles de nuevo, sin encontrar modo de castigarlos por causa del pueblo, porque todos alababan a Dios por lo sucedido, (Hechos 4, 21)

  • Los apóstoles hacían muchos milagros y prodigios en el pueblo; todos se reunían en el pórtico de Salomón. (Hechos 5, 12)

  • Los demás no se atrevían a unirse a ellos; pero el pueblo los tenía en gran estima. (Hechos 5, 13)

  • "Id al templo y anunciad con valentía al pueblo todo lo referente a esta nueva vida". (Hechos 5, 20)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina