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  • Cuando quedaron satisfechos, aligeraron la nave echando el trigo al mar. (Hechos 27, 38)

  • Ellos le dijeron: "Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas referentes a ti, ni ninguno de los hermanos que han venido nos ha traído malos informes o ha hablado mal de ti. (Hechos 28, 21)

  • Porque la mente de este pueblo se ha embotado, han tapado sus oídos y han cerrado sus ojos para no ver con sus ojos, ni oír con los oídos, ni entender con la mente, ni convertirse para que los cure. (Hechos 28, 27)

  • ¿Qué diremos, entonces, de Abrahán, nuestro padre carnal? (Romanos 4, 1)

  • Si Abrahán hubiera sido justificado por el cumplimiento de la ley, podría estar orgulloso, aunque nunca ante Dios. (Romanos 4, 2)

  • Pero ¿qué dice la Escritura?: Abrahán creyó en Dios y le fue contado como justicia. (Romanos 4, 3)

  • Porque decimos que a Abrahán la fe le fue contada como justicia. ¿Cuándo le fue tenido esto en cuenta? ¿Antes o después de la circuncisión? No después, sino antes. (Romanos 4, 10)

  • y padre también de los circuncidados, que no sólo están circuncidados, sino que siguen también las huellas de la fe de nuestro padre Abrahán cuando no estaba circuncidado. (Romanos 4, 12)

  • A Abrahán y a su descendencia le fue hecha la promesa de ser él el heredero del mundo, no por la ley, sino por la justicia que viene de la fe. (Romanos 4, 13)

  • Por esto la justicia viene de la fe, para que sea gratuita, a fin de que sea firme la promesa a toda la descendencia; no sólo a la que es por la fe de Abrahán, el cual es padre de todos nosotros, (Romanos 4, 16)

  • Abrahán, apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchos pueblos, tal y como Dios había dicho: Así será tu descendencia. (Romanos 4, 18)

  • Si la muerte reinó como consecuencia del delito de uno solo, con más razón reinarán en la vida por medio de uno solo, Jesucristo, los que han recibido tan abundantemente la gracia y el don de la justicia. (Romanos 5, 17)


“Nas tentações, combata com coragem! Nas quedas, humilhe-se mas não desanime!” São Padre Pio de Pietrelcina