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Cuando naciste, el día que viniste al mundo, no te fue cortado el cordón, no fuiste lavada con agua pura para limpiarte; no te hicieron las fricciones de sal, ni fuiste envuelta en pañales. (Ezequiel 16, 4)
Nadie hizo contigo estos deberes de piedad por compasión a ti, sino que, como un ser despreciable, fuiste expuesta en campo abierto el día de tu nacimiento. (Ezequiel 16, 5)
Yo pasé junto a ti y te vi. Estabas ya en la edad del amor; entonces extendí el vuelo de mi manto sobre ti y recubrí tu desnudez; luego te presté juramento, me uní en alianza contigo, dice el Señor Dios, y tú fuiste mía. (Ezequiel 16, 8)
¡Cuando te levantabas un prostíbulo a la cabecera de todo camino y te construías un lugar de pecado en toda plaza! Ni siquiera fuiste como la prostituta que recoge la paga, (Ezequiel 16, 31)
Desenvaina la espada. Yo te juzgaré en el lugar en que fuiste creada, en la tierra de tu nacimiento. (Ezequiel 21, 35)
En Edén, jardín de Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda; de oro era el borde de tu manto, de oro las incrustaduras, todo a punto desde el día en que fuiste creado. (Ezequiel 28, 13)
Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. (Ezequiel 28, 15)
Y decís: "¿Por qué?". Porque el Señor es testigo entre ti y la esposa de tu juventud, a la que tú fuiste infiel, siendo así que ella era tu compañera, tu elegida. (Malaquías 2, 14)
Ahora bien, si algunas ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, fuiste injertado en ellas e incorporado a la raíz y a la pingüe savia del olivo, (Romanos 11, 17)
Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza era olivo silvestre, y contra la propia naturaleza fuiste injertado en el olivo bueno, ¡cuánto más ellos, las ramas naturales, serán injertadas en el propio olivo! (Romanos 11, 24)
¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes. Aunque si tienes ocasión de conseguir la libertad, debes aprovecharla; (I Corintios 7, 21)
Sostén el noble combate de la fe, conquista la vida eterna, para la cual fuiste llamado y de la que hiciste hermosa confesión ante muchos testigos. (I Timoteo 6, 12)