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  • el Señor, Dios de Israel, dice lo siguiente: Voy a acarrear sobre Jerusalén y sobre Judá una desventura tal que zumbarán los oídos de todos los que la oigan. (II Reyes 21, 12)

  • Y extenderé sobre Jerusalén la cuerda de Samaría y la plomada de la casa de Ajab, y fregaré a Jerusalén como se friega un plato, y fregado se vuelve boca abajo. (II Reyes 21, 13)

  • Además, Manasés vertió muchísima sangre inocente, hasta anegar Jerusalén de extremo a extremo, aun prescindiendo del pecado que hizo cometer a Judá haciendo lo que es malo a los ojos del Señor. (II Reyes 21, 16)

  • Amón tenía veintidós años cuando subió al trono, y reinó dos años en Jerusalén. Su madre se llamaba Mesulémet, hija de Jarús, de Yotbá. (II Reyes 21, 19)

  • Josías tenía ocho años cuando subió al trono, y reinó treinta y un años en Jerusalén. Su madre se llamaba Yedidá, hija de Adaya, de Boscat. (II Reyes 22, 1)

  • El sacerdote Jelcías, Ajicán, Acbor, Safán y Asaías fueron a ver a la profetisa Juldá, esposa de Salún, hijo de Ticua y nieto de Jarjás, el guardarropa del templo. Juldá vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Le expusieron el caso, (II Reyes 22, 14)

  • El rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén, (II Reyes 23, 1)

  • fue al templo del Señor con todos los hombres de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, chicos y grandes, y leyó ante ellos todas las palabras del libro de la alianza encontrado en el templo del Señor. (II Reyes 23, 2)

  • El rey ordenó al sumo sacerdote Jelcías, al sacerdote segundo y a los guardianes de la puerta sacar fuera del templo del Señor todos los utensilios del culto de Baal, de Aserá y de los astros del cielo; los quemó a las afueras de Jerusalén en los campos del Cedrón y llevó sus cenizas a Betel. (II Reyes 23, 4)

  • Luego suprimió los sacerdotes idólatras que los reyes de Judá habían instituido y que habían quemado incienso en las colinas, en las ciudades de Judá y en los aledaños de Jerusalén; suprimió también a los que habían quemado incienso a Baal, al sol, a la luna, a los planetas y todos los astros del cielo. (II Reyes 23, 5)

  • Sacó del templo del Señor la imagen de Aserá, la quemó a las afueras de Jerusalén, junto al torrente Cedrón, y tiró sus cenizas en la fosa común. (II Reyes 23, 6)

  • Pero los sacerdotes de las colinas no iban al altar del Señor en Jerusalén, aunque comían los panes sin levadura con sus hermanos. (II Reyes 23, 9)


“Nunca vá se deitar sem antes examinar a sua consciência sobre o dia que passou. Enderece todos os seus pensamentos a Deus, consagre-lhe todo o seu ser e também todos os seus irmãos. Ofereça à glória de Deus o repouso que você vai iniciar e não esqueça do seu Anjo da Guarda que está sempre com você.” São Padre Pio de Pietrelcina