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  • los candelabros de oro puro para delante del lugar santísimo, cinco a la derecha y cinco a la izquierda; flores, lámparas y despabiladeras de oro; (I Reyes 7, 49)

  • Tenía treinta y cinco años cuando subió al trono, y reinó en Jerusalén veinticinco años. Su madre, hija de Siljí, se llamaba Azubá. (I Reyes 22, 42)

  • El asedio fue tan largo que se originó un hambre muy grande, hasta el punto de que una cabeza de asno llegó a costar ochenta monedas de plata, y un cuarto de puerros, cinco monedas de plata. (II Reyes 6, 25)

  • Un oficial dijo: "Que vayan cinco hombres en cinco caballos a ver qué pasa. Si quedan con vida, serán como los que quedan aquí; y si mueren, serán como los que ya han muerto". (II Reyes 7, 13)

  • Entonces el hombre de Dios se irritó contra él y dijo: "Si hubieras golpeado cinco o seis veces, habrías derrotado a Siria hasta exterminarlo; pero ahora lo derrotarás sólo tres veces". (II Reyes 13, 19)

  • Y aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento de Asiria a ciento ochenta y cinco mil; y, al levantarse por la mañana, vieron que todos ellos eran cadáveres. (II Reyes 19, 35)

  • Manasés tenía doce años cuando subió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco. Su madre se llamaba Jefsibá. (II Reyes 21, 1)

  • al eunuco que tenía a su cargo a la gente de la guerra y a cinco hombres de los íntimos del rey que se encontraban en la ciudad, al secretario del general del ejército que alistaba a la gente del país y a sesenta hombres que había en la ciudad. (II Reyes 25, 19)

  • Tamar, nuera de Judá, le dio a luz a Fares y Zéraj. En total, los hijos de Judá fueron cinco. (I Crónicas 2, 4)

  • Hijos de Zéraj: Zimrí, Etán, Hemán, Calcol y Dardá: cinco en total. (I Crónicas 2, 6)

  • Hijos de Mesulán: Jasubá, Ohel, Berequías, Jasadías, Yusab-Jésed: cinco. (I Crónicas 3, 20)

  • También eran dominios suyos: Etán, Ain, Rimón, Toquén y Asán: cinco ciudades. (I Crónicas 4, 32)


“Não abandone sua alma à tentação, diz o Espírito Santo, já que a alegria do coração é a vida da alma e uma fonte inexaurível de santidade.” São Padre Pio de Pietrelcina