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gordos y rollizos. Han sobrepasado la medida del mal, no hacen justicia, no respetan el derecho de los huérfanos, ni dictan sentencia en favor de los pobres. (Jeremías 5, 28)
Se ha ejecutado la sentencia contra el territorio de la meseta: Yahsá y Mefat, (Jeremías 48, 21)
Pero yo cambiaré la suerte de Moab en días futuros -dice el Señor-. Aquí termina la sentencia contra Moab. (Jeremías 48, 47)
Prendieron al rey, lo llevaron a Ribla, en la región de Jamat, ante el rey de Babilonia, el cual pronunció la sentencia contra él. (Jeremías 52, 9)
Los padres devorarán a sus hijos en medio de ti, y los hijos devorarán a sus padres. Ejecutaré contra ti la sentencia y esparciré a todos los vientos lo que aún quede de ti. (Ezequiel 5, 10)
El vendedor no recuperará lo vendido aunque quede entre los vivos, porque no será revocada la sentencia contra toda su multitud. Nadie tiene segura su vida a causa de sus crímenes. (Ezequiel 7, 13)
Prenderán fuego a tus casas, ejecutarán la sentencia contra ti a la vista de otras muchas mujeres y haré que dejes de prostituirte y no vuelvas a dar salario de prostituta. (Ezequiel 16, 41)
Así manifestaré mi gloria a las naciones, y todas las naciones verán la sentencia que yo ejecutaré y la mano que pondré sobre ellos. (Ezequiel 39, 21)
Si no me acertáis el sueño, a todos os espera una misma sentencia; es que os habéis puesto de acuerdo para decirme mentiras y embustes, en espera de que cambie la situación. Por tanto, indicadme el sueño y sabré que podéis darme su interpretación". (Daniel 2, 9)
Ésta es la sentencia que dictan los vigilantes, la orden decidida por los santos, a fin de que sepan los vivientes que el altísimo domina sobre el imperio de los hombres; a quien quiere se lo da y eleva a él al más humilde de los hombres. (Daniel 4, 14)
Éste es, oh rey, el significado de la visión, que es una sentencia del altísimo sobre mi señor el rey: (Daniel 4, 21)
La sentencia contra Nabucodonosor se ejecutó inmediatamente: fue expulsado de la sociedad humana, comenzó a comer hierba como los bueyes y su cuerpo fue bañado por el rocío del cielo hasta que sus cabellos llegaron a crecerle como las plumas del águila y las uñas como las de las aves. (Daniel 4, 30)