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El que afirma que le conoce, pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. (I Juan 2, 4)
Pero el que guarda su palabra, verdaderamente es perfecto en él. (I Juan 2, 5)
Pero el que odia a su hermano está en las tinieblas, anda en las tinieblas y no sabe adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. (I Juan 2, 11)
El mundo pasa, y con él sus deseos insaciables; pero el que hace la voluntad de Dios vive para siempre. (I Juan 2, 17)
Han surgido de entre nosotros, pero no eran de los nuestros; porque si hubieran sido de los nuestros, hubieran permanecido con nosotros; pero ha sucedido esto para que se manifieste que todos éstos no eran de los nuestros. (I Juan 2, 19)
Pero vosotros haced que la unción que habéis recibido de él permanezca en vosotros; no tenéis necesidad de que nadie os enseñe, ya que la unción, que dice la verdad y nunca la mentira, os enseña todas las cosas; permaneced unidos a Cristo, según ella os ha enseñado. (I Juan 2, 27)
Pero el que peca se enfrenta a la ley, pues el pecado es el quebrantamiento de la ley. (I Juan 3, 4)
Pero nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha; y el que no es de Dios no nos escucha. En esto distinguimos el espíritu de la verdad y el espíritu del error. (I Juan 4, 6)
Toda injusticia es un pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte. (I Juan 5, 17)
Sabemos que el que ha nacido de Dios no peca; pero el Hijo de Dios lo guarda, y el maligno no lo toca. (I Juan 5, 18)
El que se sobrepasa y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; pero el que permanece en la doctrina tiene al Padre y al Hijo. (II Juan 1, 9)
Tengo muchas más cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo en papel y tinta, pues espero ir pronto a veros y hablaros de viva voz, para que vuestra alegría sea completa. (II Juan 1, 12)
