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  • Los oficiales del Faraón que la vieron se la elogiaron mucho al Faraón, y la mujer fue llevada a su palacio. (Génesis 12, 15)

  • Entonces, el rey de Sodoma, el de Gomorra, el de Admá, el de Seboín y el de Bela, o sea, de Soar, les salieron al encuentro y presentaron batalla contra ellos en el valle de Sidín: (Génesis 14, 8)

  • Él trajo todos estos animales, los partió por la mitad y puso una mitad frente a la otra; pero las aves no las partió. (Génesis 15, 10)

  • Cuando se puso el sol, apareció entre densísimas tinieblas una hornilla humeante y una llama de fuego, que pasó por entre los animales partidos. (Génesis 15, 17)

  • Cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma, al atardecer, Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad. Al verlos se levantó, fue a su encuentro, se postró rostro en tierra (Génesis 19, 1)

  • y les dijo: "Por favor, señores, venid a casa de vuestro siervo y pasad allí la noche; lavaos los pies, y mañana por la mañana seguiréis vuestro camino". Ellos le respondieron: "No; pasaremos la noche en la plaza". (Génesis 19, 2)

  • Pero él insistió tanto que se fueron con él y se hospedaron en su casa. Les preparó comida, coció panes sin levadura y comieron. (Génesis 19, 3)

  • les dijo: "Hermanos míos, os suplico que no cometáis tal maldad. (Génesis 19, 7)

  • Lot fue a hablar con sus futuros yernos, los que se iban a casar con sus hijas, y les dijo: "Levantaos y salid de este lugar porque el Señor va a destruirlo". Pero ellos creían que estaba bromeando. (Génesis 19, 14)

  • Al despuntar el alba, los ángeles instaban a Lot diciéndole: "Levántate, toma contigo a tu mujer y a tus dos hijas que se encuentran aquí, no sea que perezcas por culpa de la ciudad". (Génesis 19, 15)

  • Cuando ya estaban fuera, uno de los ángeles le dijo: "Ponte a salvo; no mires hacia atrás ni te detengas en toda la vega; huye a la montaña para que no perezcas". (Génesis 19, 17)

  • La mayor tuvo un hijo, y le llamó Moab; es el padre de los actuales moabitas. (Génesis 19, 37)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina