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  • Conforme a la común decisión de la ciudad, aceptaron los judíos, por mostrar sus deseos de vivir en paz y que no tenían el menor recelo; pero, cuando se hallaban en alta mar, los echaron al fondo, en número no inferior a doscientos. (II Macabeos 12, 4)

  • A la vista de los seres que les atormentaban y les indignaban, de aquellos seres que tenían por dioses y eran ahora su castigo, abrieron los ojos y reconocieron por el Dios verdadero a aquel que antes se negaban a conocer. Por lo cual el supremo castigo descargó sobre ellos. (Sabiduría 12, 27)

  • Como advertencia se vieron atribulados por breve tiempo, pues tenían una señal de salvación como recuerdo del mandamiento de tu Ley; (Sabiduría 16, 6)

  • Muchos se arruinaron por causa del oro, su perdición la tenían delante. (Eclesiástico 31, 6)

  • Los onagros se paraban sobre los calveros, aspiraban el aire como chacales, tenían los ojos consumidos por falta de hierba. (Jeremías 14, 6)

  • Res. Mira, Yahveh, y considera: ¿a quién has tratado de esta suerte? ¿Tenían las mujeres que comer sus frutos, a sus niños de pecho? ¿Tenían que ser asesinados en el santuario del Señor sacerdote y profeta? (Lamentaciones 2, 20)

  • Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. (Ezequiel 1, 5)

  • Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno. (Ezequiel 1, 6)

  • En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la iquierda, y los cuatro tenían cara de águila. (Ezequiel 1, 10)

  • El aspecto de las ruedas y su estructura era como el destello del crisólito. Tenían las cuatro la misma forma y parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra. (Ezequiel 1, 16)

  • En cuanto a la forma de sus caras, tenían la apariencia de las caras que yo había visto junto al río Kebar. Cada uno marchaba de frente a derecho. (Ezequiel 10, 22)

  • No le igualaban los demás cedros en el jardín de Dios, los cipreses no podían competir con su ramaje, los plátanos no tenían ramas como las suyas. Ningún árbol, en el jardín de Dios, le igualaba en belleza. (Ezequiel 31, 8)


“Quem te agita e te atormenta é o demônio.Quem te consola é Deus”! São Padre Pio de Pietrelcina