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  • Luego el espíritu de Yahveh le invadió, bajó a Ascalón y mató allí a treinta hombres, tomó sus despojos y entregó las mudas a los acertantes de la adivinanza; luego, encendido en cólera, subió a la casa de su padre. (Jueces 14, 19)

  • Sansón estuvo durmiendo hasta media noche; y a media noche se levantó, cogió las hojas de la puerta de la ciudad con sus dos jambas, las arrancó junto con la barra, se las cargó a la espalda, y las subió hasta la cumbre del monte que está frente a Hebrón. (Jueces 16, 3)

  • Entonces se dijeron: «¿Cuál es la única tribu de Israel que no subió ante Yahveh a Mispá?» Y vieron que nadie de Yabés de Galaad había ido al campamento, a la asamblea. (Jueces 21, 8)

  • Mientras tanto Booz subió a la puerta de la ciudad y se sentó allí. Acertó a pasar el pariente de que había hablado Booz, y le dijo: «Acércate y siéntate aquí, fulano.» Y éste fue y se sentó. (Rut 4, 1)

  • Subió el marido Elcaná con toda su familia, para ofrecer a Yahveh el sacrificio anual y cumplir su voto, (I Samuel 1, 21)

  • pero Ana no subió, porque dijo a su marido: «Cuando el niño haya sido destetado, entonces le llevaré, será presentado a Yahveh y se quedará allí para siempre.» (I Samuel 1, 22)

  • Cuando lo hubo destetado, lo subió consigo, llevando además un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino, e hizo entrar en la casa de Yahveh, en Silo, al niño todavía muy pequeño. (I Samuel 1, 24)

  • subió Najás el ammonita, y acampó contra Yabés de Galaad. Y todos los de Yabés dijeron a Najás. «Ponnos condiciones y te serviremos.» (I Samuel 11, 1)

  • Subió Jonatán ayudándose de pies y manos, y su escudero le seguía. Caían los filisteos ante Jonatán y detrás de él su escudero los iba rematando. (I Samuel 14, 13)

  • Partió Samuel para Ramá, y Saúl subió a su casa en Guibeá de Saúl. (I Samuel 15, 34)

  • Subió de allí David y se asentó en los refugios de Engadí. (I Samuel 24, 1)

  • Subió allí David con sus dos mujeres, Ajinoam de Yizreel y Abigaíl la mujer de Nabal de Carmelo. (II Samuel 2, 2)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina