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Si en vosotros hemos sembrado bienes espirituales, ¡qué mucho que recojamos de vosotros bienes materiales! (I Corintios 9, 11)
Si otros tienen estos derechos sobre vosotros, ¿no los tenemos más nosotros? Sin embargo, nunca hemos hecho uso de estos derechos. Al contrario, todo lo soportamos para no crear obstáculo alguno al Evangelio de Cristo. (I Corintios 9, 12)
Todo esto les acontecía en figura, y fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos. (I Corintios 10, 11)
Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. (I Corintios 12, 13)
Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan. (I Corintios 15, 15)
Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste. (I Corintios 15, 49)
Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. (II Corintios 1, 9)
El motivo de nuestro orgullo es el testimonio de nuestra conciencia, de que nos hemos conducido en el mundo, y sobre todo respecto de vosotros, con la santidad y la sinceridad que vienen de Dios, y no con la sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios. (II Corintios 1, 12)
Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso no procediendo con astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al contrario, mediante la manifestación de la verdad nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios. (II Corintios 4, 2)
En efecto, si hemos perdido el juicio, ha sido por Dios; y si somos sensatos, lo es por vosotros. (II Corintios 5, 13)
¡Corintios!, os hemos hablado con toda franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en par. (II Corintios 6, 11)
Dadnos lugar en vuestros corazones. A nadie hemos ofendido; a nadie hemos arruinado; a nadie hemos explotado. (II Corintios 7, 2)
