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Luego entrará Aarón en la Tienda del Encuentro y, despojándose de las vestiduras de lino con que se había vestido al entrar en el santuario, las dejará allí; (Levítico 16, 23)
Del novillo del sacrificio por el pecado y del macho cabrío inmolado por el pecado, cuya sangre fue introducida en el santuario para hacer expiación, serán sacados fuera del campamento y quemados con fuego sus pieles, su carne y sus excrementos. (Levítico 16, 27)
y hará la expiación del santuario sagrado, de la Tienda del Encuentro y del altar. El hará también la expiación por los sacerdotes y por todo el pueblo de la asamblea. (Levítico 16, 33)
Guardad mis sábados y respetad mi santuario. Yo, Yahveh. (Levítico 19, 30)
Yo mismo volveré mi rostro contra ese hombre y los exterminaré de en medio de su pueblo, por haber entregado un hijo suyo a Mólek, haciendo impuro mi santuario y profanando mi nombre santo. (Levítico 20, 3)
No saldrá del santuario para no profanar el santuario de su Dios; pues lleva sobre sí la consagración del óleo de la unción de su Dios. Yo, Yahveh. (Levítico 21, 12)
mas no entrará hasta el velo ni se acercará al altar, porque tiene defecto, para no profanar mi santuario, pues yo soy Yahveh, el que los santifico. (Levítico 21, 23)
Si uno vendiere una vivienda en ciudad amurallada, su derecho a rescatarla durará hasta que se cumpla el año de su venta; un año entero durará su derecho de rescate. (Levítico 25, 29)
En caso de no ser rescatada para él dentro de un año entero, la casa situada en ciudad amurallada quedará a perpetuidad para el comprador y sus descendientes y no quedará libre en el jubileo. (Levítico 25, 30)
En el caso de que se haya de rescatar de mano de un levita, lo vendido - una casa que es propiedad suya en la ciudad - quedará libre en el jubileo; porque las casas de las ciudades de los levitas son su propiedad en medio de los israelitas. (Levítico 25, 33)
Guardaréis mis sábados, y respetaréis mi santuario. Yo, Yahveh. (Levítico 26, 2)
si se trata de un varón de veinte a sesenta años, el valor se estimará en cincuenta siclos de plata, en siclos del santuario. (Levítico 27, 3)
