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  • Hoy mismo han visto tus ojos que Yahveh te ha puesto en mis manos en la cueva, pero no he querido matarte, te he perdonado, pues me he dicho: No alzaré mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Yahveh. (I Samuel 24, 11)

  • arrojándose a sus pies le dijo: «Caiga sobre mí la falta, señor. Deja que tu sierva hable a tus oídos y eschucha las palabras de tu sierva. (I Samuel 25, 24)

  • No haga caso mi señor de este necio de Nabal; porque le va bien el nombre: necio se llama y la necedad está con él; yo, tu sierva, no vi a los siervos que mi señor había enviado. (I Samuel 25, 25)

  • Ahora, mi señor, por Yahveh y por tu vida, por Yahveh que te ha impedido derramar sangre y tomarte la justicia por tu propia mano, que sean como Nabal tus enemigos y los que buscan la ruina de mi señor. (I Samuel 25, 26)

  • Cuanto a este presente que tu sierva ha hecho traer para mi señor, que sea entregado a los muchachos que marchan en pos de mi señor. (I Samuel 25, 27)

  • Perdona, por favor, la falta de tu sierva, ya que ciertamente hará Yahveh una casa permanente a mi señor, pues mi señor combate las batallas de Yahveh y no vendrá mal sobre ti en toda tu vida. (I Samuel 25, 28)

  • Y aunque se alza un hombre para perseguirte y buscar tu vida, la vida de mi señor está encerrada en la bolsa de la vida, al lado de Yahveh tu Dios, mientras que la vida de los enemigos de mi señor la volteará en el hueco de la honda. (I Samuel 25, 29)

  • Cuando haga Yahveh a mi señor todo el bien que te ha prometido y te haya establecido como caudillo de Israel, (I Samuel 25, 30)

  • que no haya turbación ni remordimiento en el corazón de mi señor por haber derramado sangre inocente y haberse tomado mi señor la justicia por su mano; y cuando Yahveh haya favorecido a mi señor. acuérdase de tu sierva.» (I Samuel 25, 31)

  • Se levantó ella y se postró rostro en tierra diciendo: «Tu sierva es una esclava para lavar los pies de los siervos de mi señor.» (I Samuel 25, 41)

  • Pero David dijo a Abisay: «No lo mates. ¿Quién atentó contra el ungido de Yahveh y quedó impune?» (I Samuel 26, 9)

  • Líbreme Yahveh de levantar mi mano contra el ungido de Yahveh. Ahora toma la lanza de su cabecera y el jarro de agua y vámonos.» (I Samuel 26, 11)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina