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  • Le nacieron a Absalón tres hijos y una hija, llamada Tamar; era una mujer de gran belleza. (II Samuel 14, 27)

  • Absalón estuvo en Jerusalén dos años sin ver el rostro del rey. (II Samuel 14, 28)

  • Llamó Absalón a Joab para enviarle al rey, pero él no quiso ir. Le llamó todavía una segunda vez, pero tampoco quiso. (II Samuel 14, 29)

  • Entonces dijo a sus servidores: «Ved el campo de Joab, que está junto al mío, donde él tiene la cebada. Id y prendedle fuego.» Los servidores de Absalón prendieron fuego al campo. (II Samuel 14, 30)

  • Entonces se levantó Joab, fue a casa de Absalón y le dijo: «¿Por qué tus servidores han prendido fuego a mi campo?» (II Samuel 14, 31)

  • Absalón respondió a Joab: «Te he mandado llamar para decirte: Ven, por favor, pues quiero enviarte al rey para que le digas: ¿Para qué he vuelto de Guesur? Mejor me hubiera sido estarme allí. Quiero ver el rostro del rey; si hay alguna culpa en mí, que me haga morir.» (II Samuel 14, 32)

  • Fue Joab al rey y se lo comunicó. Entonces llamó a Absalón. Entró éste donde el rey y se postró sobre su rostro en presencia del rey. Y el rey besó a Absalón. (II Samuel 14, 33)

  • Después de esto se hizo Absalón con un carro, caballos y cincuenta hombres que corrían delante de él. (II Samuel 15, 1)

  • Se levantaba Absalón temprano y se colocaba a la vera del camino de la puerta, y a los que tenían algún pleito y venían donde el rey para el juicio, les llamaba Absalón y les decía: «¿No eres tú de...?» El respondía: «Tu siervo es de tal tribu de Israel.» (II Samuel 15, 2)

  • Absalón le decía: «Mira, tu causa es justa y buena, pero nadie te escuchará de parte del rey.» (II Samuel 15, 3)

  • Y añadía Absalón: «¡Quién me pusiera por juez de esta tierra! Podrían venir a mí todos los que tienen pleitos o juicios y yo les haría justicia.» (II Samuel 15, 4)

  • Así hacía Absalón, con todos los israelitas que iban al tribunal del rey. Absalón robaba así el corazón de los hombres de Israel. (II Samuel 15, 6)


“Diga ao Senhor: Faça em mim segundo a Tua vontade, mas antes de mandar-me o sofrimento, dê-me forças para que eu possa sofrer com amor.”. São Padre Pio de Pietrelcina