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  • Y al ver que tenían miedo, me levanté y dije a los notables, a los magistrados y al resto del pueblo: "¡No les tengan miedo! Acuérdense del Señor grande y temible, y combatan por sus hermanos, sus hijos, sus hijas, sus mujeres y sus casas". (Nehemías 4, 8)

  • y los que construían tenían cada uno la espada ceñida a la cintura mientras trabajaban. Además, había junto a mí un hombre encargado de hacer sonar el cuerno. (Nehemías 4, 12)

  • Sus hijos tenían la costumbre de ofrecer por turno un banquete, cada uno en su propia casa, e invitaban a sus tres hermanas a comer y a beber con ellos. (Job 1, 4)

  • Mientras ellos hablaban con Job, Elihú se había mantenido a la expectativa, porque ellos tenían más edad que él. (Job 32, 4)

  • Estaban hambrientos, tenían sed y ya les faltaba el aliento; (Salmos 107, 5)

  • A los que estaban construyendo su casa, a los que acababan de casarse o de plantar una viña y a los que tenían miedo, les ordenó que volvieran cada uno a su casa, conforme a la Ley. (I Macabeos 3, 56)

  • Judas hizo la guerra contra los descendientes de Esaú que habitaban en Idumea, en la región de Acrabatena, porque tenían asediados a los israelitas. Les infligió una gran derrota, sometiéndolos y apoderándose de sus despojos. (I Macabeos 5, 3)

  • Llegaron a Efrón, ciudad importante y muy fortificada, que estaba sobre el camino, por la que tenían que pasar necesariamente, ya que no era posible desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. (I Macabeos 5, 46)

  • con el fin de librarse del yugo, porque veían que los griegos tenían esclavizado a Israel. (I Macabeos 8, 18)

  • Lo presionó para que se lo entregara, a fin de que reinara en lugar de su padre; lo puso al corriente de todo lo que había hecho Demetrio y del odio que le tenían sus tropas, y permaneció allí mucho tiempo. (I Macabeos 11, 40)

  • Juan tomó posiciones con sus tropas frente al enemigo y, advirtiendo que sus hombres tenían miedo de pasar el torrente, lo pasó él primero. Al verlo, todos los demás lo siguieron. (I Macabeos 16, 6)

  • que ya los sacerdotes no tenían ningún celo por el servicio del altar, sino que despreciaban el Templo. Apenas se daba la señal de lanzar el disco, dejaban de lado los sacrificios y se apresuraban a participar en los ejercicios de la palestra, que eran contrarios a la Ley. (II Macabeos 4, 14)


“Ouço interiormente uma voz que constantemente me diz: Santifique-se e santifique!” São Padre Pio de Pietrelcina