Found 136 Results for: sombra de tus alas

  • ¡Miren! Él sube, planea como el águila, despliega sus alas sobre Bosrá; el corazón de los guerreros de Edóm, en aquel día, será como el corazón de una parturienta. (Jeremías 49, 22)

  • El Ungido del Señor, nuestro aliento vital, quedó atrapado en sus fosas: aquel de quien decíamos: "¡A su sombra viviremos entre las naciones!". (Lamentaciones 4, 20)

  • Que el Señor nos dé fuerza e ilumine nuestros ojos, para que vivamos a la sombra de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y a la sombra de su hijo Baltasar, y lo sirvamos mucho tiempo, gozando de su favor. (Baruc 1, 12)

  • También los bosques y todas las plantas aromáticas darán sombra a Israel por orden de Dios, (Baruc 5, 8)

  • Cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas. (Ezequiel 1, 6)

  • Por debajo de sus alas, aparecían unas manos de hombre, sobre los cuatro costados; los cuatro seres tenían rostros y alas. (Ezequiel 1, 8)

  • Sus alas se tocaban una a la otra, y ellos no se volvían cuando avanzaban: cada uno iba derecho hacia adelante. (Ezequiel 1, 9)

  • Sus alas estaban extendidas hacia lo alto: cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que les cubrían el cuerpo. (Ezequiel 1, 11)

  • Ellos estaban debajo de la plataforma con las alas erguidas, tocándose una a la otra, mientras las otras dos les cubrían el cuerpo. (Ezequiel 1, 23)

  • Yo oí el ruido de sus alas cuando ellos avanzaban: era como el ruido de aguas torrenciales, como la voz del Todopoderoso, como el estruendo de una multitud o de un ejército acampado. Al detenerse, replegaban sus alas. (Ezequiel 1, 24)

  • oí el ruido que hacían las alas de los seres vivientes al juntarse una con la otra, el ruido de las ruedas al lado de ellos y el estruendo de un gran tumulto. (Ezequiel 3, 13)

  • El ruido de las alas de los querubines se oyó hasta en el atrio exterior, como la voz del Todopoderoso cuando habla. (Ezequiel 10, 5)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina