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  • Cada uno tomó su incensario, le puso fuego y le echó incienso. Luego ocuparon sus puestos a la entrada de la Carpa del Encuentro, junto con Moisés y Aarón. (Números 16, 18)

  • Aarón tomó el incensario, como se lo había mandado Moisés, y fue corriendo a ponerse en medio de la asamblea, donde ya había comenzado la plaga. Puso el incienso y practicó el rito de expiación en favor del pueblo. (Números 17, 12)

  • Luego Moisés quitó las vestiduras a Aarón y se las puso a su hijo Eleazar. Aarón murió en la cima de la montaña. Cuando Moisés y Eleazar bajaron de la montaña, (Números 20, 28)

  • Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado. (Números 21, 9)

  • ¡Ay de ti, Moab! ¡Estás perdido, pueblo de Quemós! Él puso en fuga a sus hijos, e hizo prisioneras a sus hijas en manos de Sijón, un rey amorreo. (Números 21, 29)

  • Entonces el Señor puso una palabra en la boca de Balaam y le dijo: "Regresa adonde está Balac y háblale de esta manera". (Números 23, 5)

  • El Señor se reveló a Balaam y puso una palabra en su boca. Luego le dijo: "Regresa adonde está Balac y háblale de esta manera". (Números 23, 16)

  • Nobá fue a conquistar Quenat y sus ciudades dependientes, y les puso su propio nombre: Nobá. (Números 32, 42)

  • Porque el Señor puso su mano sobre ellos, hasta hacerlos desaparecer por completo del campamento. (Deuteronomio 2, 15)

  • Pero el Señor lo puso en nuestras manos y lo derrotamos, a él con sus hijos y todas sus tropas. (Deuteronomio 2, 33)

  • Efectivamente, el Señor, nuestro Dios, puso también en nuestras manos a Og, rey de Basán, con todo su ejército, y lo derrotamos hasta tal punto que no le quedó ni un solo sobreviviente. (Deuteronomio 3, 3)

  • Pero Jaír, hijo de Manasés, se apoderó del distrito de Argob, hasta la frontera de Gesur y de Maacá, y puso su nombre a esa parte de Basán, que hasta hoy se sigue llamando Jaír. (Deuteronomio 3, 14)


“Quanto mais te deixares enraizar na santa humildade, tanto mais íntima será a comunicação da tua alma com Deus”. São Padre Pio de Pietrelcina