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  • No digas: "¿Qué me hace falta? ¿Qué bienes puedo esperar todavía?". (Eclesiástico 11, 23)

  • El hombre que peca contra su propio lecho dice en su corazón: "¿Quién me ve? La oscuridad me rodea y los muros me cubren; nadie me ve: ¿qué puedo temer? El Altísimo no se acordará de mis pecados". (Eclesiástico 23, 18)

  • No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, sábado, convocación a la asamblea... ¡no puedo aguantar la falsedad y la fiesta! (Isaías 1, 13)

  • y toda visión es para ustedes como las palabras de un libro sellado. Se lo dan a uno que sabe leer, diciéndole: "Lee esto". Pero él responde: "No puedo, porque el libro está sellado". (Isaías 29, 11)

  • ¡Mis entrañas, mis entrañas! ¡Me retuerzo de dolor! ¡Las fibras de mi corazón! ¡Mi corazón se conmueve dentro de mí, no puedo callarme! Porque oigo el sonido de la trompeta, el clamor del combate. (Jeremías 4, 19)

  • Por eso, así habla el Señor de los ejércitos: Yo voy a depurarlos y a probarlos, porque ¿qué puedo hacer ante su maldad? (Jeremías 9, 6)

  • ¿No puedo yo tratarlos a ustedes, casa de Israel, como ese alfarero? -oráculo del Señor-. Sí, como la arcilla en la mano del alfarero, así están ustedes en mi mano, casa de Israel. (Jeremías 18, 6)

  • ¿Es para mí Efraím un hijo querido o un niño mimado, para que cada vez que hablo de él, todavía lo recuerde vivamente? Por eso mis entrañas se estremecen por él, no puedo menos que compadecerme de él -oráculo del Señor-. (Jeremías 31, 20)

  • Luego Jeremías dio esta orden a Baruc: "Yo estoy impedido; no puedo entrar en la Casa del Señor. (Jeremías 36, 5)

  • Él ha vigilado mis rebeldías, ellas se entrelazan en su mano. Su yugo está sobre mi cuello, hace flaquear mi fuerza. El Señor me ha puesto en unas manos a las que no puedo resistir. (Lamentaciones 1, 14)

  • Me tiene cercado y no puedo salir, hizo pesada mi cadena. (Lamentaciones 3, 7)

  • ¿Puedo tener por justas las balanzas falsas o la bolsa de pesas fraudulentas? (Miqueas 6, 11)


“Não nos preocupemos quando Deus põe à prova a nossa fidelidade. Confiemo-nos à Sua vontade; é o que podemos fazer. Deus nos libertará, consolará e enorajará.” São Padre Pio de Pietrelcina