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  • Algunos renegados, enemigos de su propia nación, acudieron al rey y le anunciaron que Jonatán tenía sitiada a la Ciudadela. (I Macabeos 11, 21)

  • Te autorizo, además, a acuñar moneda propia, de curso legal en tu país. (I Macabeos 15, 6)

  • Se comprometió, además, por escrito a pagar otros ciento cincuenta talentos, si se le concedía la facultad de instalar por su propia cuenta un gimnasio y un ateneo juvenil y de inscribir en un registro a los antioquenos residentes en Jerusalén. (II Macabeos 4, 9)

  • Apolonio, hijo de Menesteo, fue enviado a Egipto con motivo de la entronización del rey Filométor. Cuando Antíoco supo que aquel se había convertido en su adversario político, se preocupó por su propia seguridad. Por eso, al pasar por Jope, se desvió hacia Jerusalén. (II Macabeos 4, 21)

  • De este modo, Eleazar deja al morir, no sólo a los jóvenes, sino a la nación entera, su propia muerte como ejemplo de generosidad y como recuerdo de virtud. (II Macabeos 6, 31)

  • Después de este trajeron al sexto, el cual, estando a punto de morir, dijo: "No te hagas vanas ilusiones, porque nosotros padecemos esto por nuestra propia culpa; por haber pecado contra nuestro Dios, nos han sucedido cosas tan sorprendentes. (II Macabeos 7, 18)

  • El rey, que había sufrido en carne propia la audacia de los judíos, intentó apoderarse de sus fortalezas de manera sistemática. (II Macabeos 13, 18)

  • Cuando los judíos se enteraron de la expedición de Nicanor y de la invasión de los paganos, se cubrieron de polvo y suplicaron a Aquel que había establecido a su pueblo para siempre y nunca dejaba de proteger a su propia herencia en forma bien visible. (II Macabeos 14, 15)

  • gustarán el fruto de su propia conducta, se hartarán de sus consejos. (Proverbios 1, 31)

  • Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; (Proverbios 3, 5)

  • si te has enredado con tus palabras y te has dejado atrapar por tu propia boca, (Proverbios 6, 2)

  • El hombre fiel se hace bien a sí mismo, pero el cruel atormenta su propia carne. (Proverbios 11, 17)


“O Anjo de Deus não nos abandona jamais.” São Padre Pio de Pietrelcina