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  • Les preguntó nuevamente: «¿A quién buscan?». Le dijeron: «A Jesús, el Nazareno». (Juan 18, 7)

  • Pilato le preguntó: «¿Qué es la verdad?». Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. (Juan 18, 38)

  • Después de amenazarlos nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no sabían cómo castigarlos, por temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo que había sucedido. (Hechos 4, 21)

  • Al cabo de un tiempo, los hermanos los enviaron nuevamente a la comunidad que los había delegado, despidiéndolos en paz. (Hechos 15, 33)

  • ¿Comenzamos nuevamente a recomendarnos a nosotros mismos? ¿Acaso tenemos que presentarles o recibir de ustedes cartas de recomendación, como hacen algunos? (II Corintios 3, 1)

  • Al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo a Tito. (Gálatas 2, 1)

  • Pero ahora, que conocen a Dios -o mejor dicho, que son conocidos por él- ¿cómo es posible que se vuelvan otra vez a esos elementos sin fuerza ni valor, para someterse nuevamente a ellos? (Gálatas 4, 9)

  • ¡Hijos míos, por quienes estoy sufriendo nuevamente los dolores del parto hasta que Cristo sea formado en ustedes! (Gálatas 4, 19)

  • Por eso, Dios nuevamente fija un día -un hoy- cuando muchos años después, dice por boca de David las palabras ya citadas: Si hoy escuchan su voz, no endurezcan su corazón. (Hebreos 4, 7)

  • Aunque ya es tiempo de que sean maestros, ustedes necesitan que se les enseñen nuevamente los rudimentos de la Palabra de Dios: han vuelto a tener necesidad de leche, en lugar de comida sólida. (Hebreos 5, 12)

  • Y la voz que había oído desde el cielo me habló nuevamente, diciéndome: «Ve a tomar el pequeño libro que tiene abierto en la mano el Ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra». (Apocalipsis 10, 8)

  • Entonces se me dijo: «Es necesario que profetices nuevamente acerca de una multitud de pueblos, de naciones, de lenguas y de reyes». (Apocalipsis 10, 11)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina