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  • Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». (Hechos 13, 2)

  • Recorrieron toda la isla y llegaron hasta Pafos, donde encontraron a un mago judío llamado Barjesús, que se hacía pasar por profeta (Hechos 13, 6)

  • Pero los discípulos chocaron con la oposición de Barjesús -llamado Elimas, que significa mago- el cual quería impedir que el procónsul abrazara la fe. (Hechos 13, 8)

  • Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, clavó los ojos en él, (Hechos 13, 9)

  • al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio Jueces hasta el profeta Samuel. (Hechos 13, 20)

  • Entonces los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos, (Hechos 15, 22)

  • Bernabé quería llevar consigo también a Juan, llamado Marcos. (Hechos 15, 37)

  • Pablo llegó luego a Derbe y más tarde a Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de una judía convertida a la fe y de padre pagano. (Hechos 16, 1)

  • y Jasón los ha recibido en su casa. Toda esta gente contraviene los edictos del Emperador, pretendiendo que hay otro rey, llamado Jesús». (Hechos 17, 7)

  • Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, que acababa de llegar de Italia con su mujer Priscila, a raíz de un edicto de Claudio que obligaba a todos los judíos a salir de Roma. Pablo fue a verlos, (Hechos 18, 2)

  • Un judío llamado Apolo, originario de Alejandría, había llegado a Éfeso. Era un hombre elocuente y muy versado en las Escrituras. (Hechos 18, 24)

  • Un orfebre llamado Demetrio fabricaba reproducciones en plata del templo de Diana, proporcionando así abundante trabajo a los artesanos. (Hechos 19, 24)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina