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  • Yo hablo con él cara a cara, claramente, no con enigmas, y él contempla la figura del Señor. ¿Por qué entonces ustedes se han atrevido a hablar contra mi servidor Moisés?". (Números 12, 8)

  • En el cuadragésimo año, el primer día del undécimo mes, Moisés habló a los israelitas, como el Señor se lo había ordenado. (Deuteronomio 1, 3)

  • El Señor, nuestro Dios, nos habló en el Horeb en estos términos: "Ya han estado bastante tiempo en esta montaña. (Deuteronomio 1, 6)

  • el Señor me habló en estos términos: (Deuteronomio 2, 17)

  • El Señor les habló desde el fuego, y ustedes escuchaban el sonido de sus palabras, pero no percibían ninguna figura: sólo se oía la voz. (Deuteronomio 4, 12)

  • Tengan cuidado de ustedes mismos. Cuando el Señor les habló desde el fuego, en el Horeb, ustedes no vieron ninguna figura. (Deuteronomio 4, 15)

  • En la montaña les habló cara a cara, desde el fuego, (Deuteronomio 5, 4)

  • Estas son las palabras que el Señor les dirigió en la montaña, cuando todos ustedes estaban reunidos. Él les habló con voz potente, desde el fuego, la nube y una densa oscuridad. No añadió nada más, sino que escribió esas palabras en las dos tablas de piedra que me entregó. (Deuteronomio 5, 22)

  • el Señor les envió un profeta, que les habló en estos términos: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo los hice subir de Egipto y los saqué de un lugar de esclavitud; (Jueces 6, 8)

  • Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores de su proyecto de matar a David. Pero Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David, (I Samuel 19, 1)

  • Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David, y le dijo: "Que el rey no peque contra su servidor David, ya que él no ha pecado contra ti. Al contrario, sus acciones te reportan grandes beneficios. (I Samuel 19, 4)

  • Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: ‘No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor’. (I Samuel 24, 11)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina