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Incluso cuando se desencadenó sobre tu pueblo el furor terrible de animales feroces, y ellos perecían por la mordedura de serpientes huidizas, tu ira no duró hasta el extremo. (Sabiduría 16, 5)
La fuerza de las cosas los arrastraba con toda justicia a ese extremo y les hacía olvidar lo que había sucedido, para que terminaran de sufrir el castigo que aún faltaba a sus tormentos: (Sabiduría 19, 4)
Pero sobre los pecadores se abatieron los castigos, no sin antes ser preanunciados por la furia de los rayos: con toda justicia, ellos sufrían a causa de su maldad, ya que habían llevado al extremo su odio contra el extranjero. (Sabiduría 19, 13)
Sólo uno es sabio, temible en extremo: el Señor, que está sentado en su trono. (Eclesiástico 1, 8)
Él alza una insignia para una nación lejana, la llama con un silbido desde el extremo de la tierra, y ella acude veloz, rápidamente. (Isaías 5, 26)
El Señor dijo a Isaías: "Ve al encuentro de Ajaz, tú y tu hijo Sear Iasub, al extremo del canal del estanque superior, sobre la senda del campo del Tintorero. (Isaías 7, 3)
Aquel día, el Señor llamará con un silbido al tábano que está en el extremo de los canales de Egipto, y a la abeja que está en el país de Asiria. (Isaías 7, 18)
Por medio de tus servidores has insultado al Señor y has dicho: Con mis numerosos carros escalé la cima de las montañas, los rincones inaccesibles del Líbano. Talé sus cedros más altos, sus mejores cipreses; llegué hasta su último extremo, hasta lo más espeso de su bosque. (Isaías 37, 24)
Yo diré al Norte: "¡Dámelo!", y al Sur: "¡No lo retengas, trae a mis hijos desde lejos y a mis hijas desde el extremo de la tierra: (Isaías 43, 6)
Esto es lo que el Señor hace oír hasta el extremo de la tierra: "Digan a la hija de Sión: Ahí llega tu Salvador; el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. (Isaías 62, 11)
Por todos los montes del desierto llegaron devastadores, porque el Señor tiene una espada que devora de un extremo al otro del país: ¡no hay paz para ningún ser viviente! (Jeremías 12, 12)
Habrá víctimas del Señor, en aquel día, desde un extremo a otro de la tierra; no serán lloradas ni recogidas ni enterradas: se convertirán en estiércol sobre la superficie del suelo. (Jeremías 25, 33)