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  • un hombre lo encontró dando vueltas por el campo y le preguntó: "¿Qué estás buscando?". (Génesis 37, 15)

  • Pero cuando la iban a sacar, ella mandó decir a su suegro: "Estas cosas pertenecen al hombre que me dejó embarazada. Averigua quién es el dueño de este sello, este cordón y ese bastón". (Génesis 38, 25)

  • Y dirigiéndose a José, le expresó: "Ya que Dios te ha hecho conocer todas estas cosas, no hay nadie que sea tan prudente y sabio como tú. (Génesis 41, 39)

  • Entonces Jacob les dijo: "Ustedes me van a dejar sin hijos. Primero, perdí a José; después, a Simeón; y ahora quieren quitarme a Benjamín. ¡A mí tenían que pasarme todas estas cosas!". (Génesis 42, 36)

  • Apenas los alcanzó, el mayordomo les repitió estas palabras. (Génesis 44, 6)

  • Estos son los hijos de Zilpá, la esclava que Labán había dado a su hija Lía. De ella le nacieron a Jacob estas dieciséis personas. (Génesis 46, 18)

  • Estos son los descendientes de Bilhá, la esclava que Labán había dado a su hija Raquel. De ella le nacieron a Jacob estas siete personas. (Génesis 46, 25)

  • Pero su padre se resistió con estas palabras: "Ya lo sé, hijo mío, ya lo sé. También de él nacerá un pueblo, y también él será grande. Pero su hermano menor lo aventajará, y de él descenderán naciones enteras". (Génesis 48, 19)

  • Todas estas eran las tribus de Israel -doce en total- y esto es lo que su padre dijo de ellas cuando las bendijo, dándole a cada una su bendición. (Génesis 49, 28)

  • ‘Díganle a José: Perdona el crimen y el pecado de tus hermanos, que te hicieron tanto mal. Por eso, perdona el crimen de los servidores del Dios de tu padre’". Al oír estas palabras, José se puso a llorar. (Génesis 50, 17)

  • Entonces Dios le dijo: "No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa". (Exodo 3, 5)

  • Moisés refirió estas palabras a los israelitas, pero ellos no quisieron escucharlo, porque estaban desalentados a causa de la dura servidumbre. (Exodo 6, 9)


“Dirás tu o mais belo dos credos quando houver noite em redor de ti, na hora do sacrifício, na dor, no supremo esforço duma vontade inquebrantável para o bem. Este credo é como um relâmpago que rasga a escuridão de teu espírito e no seu brilho te eleva a Deus”. São Padre Pio de Pietrelcina