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  • Los cimientos de la muralla estaban adornados con toda clase de piedras preciosas: el primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda, (Apocalipsis 21, 19)

  • el quinto de ónix, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto y el duodécimo de amatista. (Apocalipsis 21, 20)

  • Las doce puertas eran doce perlas y cada puerta estaba hecha con una perla enteriza. La plaza de la Ciudad era de oro puro, transparente como el cristal. (Apocalipsis 21, 21)

  • No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. (Apocalipsis 21, 22)

  • Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero. (Apocalipsis 21, 23)

  • Las naciones caminarán a su luz y los reyes de la tierra le ofrecerán sus tesoros. (Apocalipsis 21, 24)

  • Se le entregará la riquezay el esplendor de las naciones. (Apocalipsis 21, 26)

  • Nada impuro podrá entrar en ella, ni tampoco entrarán los que hayan practicado la abominación y el engaño. Únicamente podrán entrar los que estén inscritos en el Libro de la Vida del Cordero. (Apocalipsis 21, 27)

  • Después el Ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero, (Apocalipsis 22, 1)

  • en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había árboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos. (Apocalipsis 22, 2)

  • Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán. (Apocalipsis 22, 3)

  • Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 22, 5)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina