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En seguida bajaron del lugar alto a la ciudad, y Samuel conversó con Saúl en la azotea. (I Samuel 9, 25)
David partió de allí y se puso a salvo en la caverna de Adulám. Al enterarse, sus hermanos y toda la casa de su padre bajaron a unirse con él. (I Samuel 22, 1)
Pero un joven los vio y fue a avisar a Absalón. Entonces los dos partieron rápidamente y llegaron a la casa de un hombre de Bajurím, que tenía un pozo en el patio. Ellos bajaron al pozo, (II Samuel 17, 18)
llevando consigo a mil hombres de Benjamín. Sibá, el servidor de la casa de Saúl, y con él sus quince hijos y sus veinte servidores, bajaron prontamente al Jordán antes que el rey, (II Samuel 19, 18)
Tres de los Treinta bajaron juntos, durante el tiempo de la cosecha, y se unieron a David en la cueva de Adulám, mientras un destacamento de los filisteos acampaba en el valle de Refaím. (II Samuel 23, 13)
El sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías, hijo de Iehoiadá, los quereteos y los peleteos bajaron, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo llevaron a Guijón. (I Reyes 1, 38)
y Elías dijo a Eliseo: "Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado hasta Betel". Pero Eliseo respondió: "Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré". Y bajaron a Betel. (II Reyes 2, 2)
Y Josafat afirmó: "La palabra del Señor está con él". El rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edóm bajaron hacia donde estaba Eliseo, (II Reyes 3, 12)
Tres de los Treinta bajaron juntos a la peña de la cueva de Adulám, donde estaba David, mientras los filisteos acampaban en el valle de Refaím. (I Crónicas 11, 15)
Después bajaron a Egipto, porque el hambre azotaba el país de Canaán, y permanecieron allí mientras tuvieron qué comer. En Egipto se multiplicaron de tal manera, que su descendencia se hizo innumerable. (Judit 5, 10)
En seguida los israelitas bajaron de su ciudad, se acercaron a él y lo desataron. Luego lo condujeron a Betulia y lo presentaron a los jefes de la ciudad, (Judit 6, 14)
Todos los que duermen en el sepulcro se postrarán en su presencia; todos los que bajaron a la tierra doblarán la rodilla ante él, y los que no tienen vida (Salmos 22, 30)