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  • No te postrarás delante de sus dioses ni los servirás; no imitarás sus costumbres, sino que derribarás y harás pedazos sus piedras conmemorativas. (Exodo 23, 24)

  • y la gloria del Señor se estableció sobre la montaña del Sinaí, que estuvo cubierta por la nube durante seis días. Al séptimo día, el Señor llamó a Moisés desde la nube. (Exodo 24, 16)

  • Esto es lo que harás para consagrarlos a fin de que ejerzan mi sacerdocio: toma un novillo y dos carneros sin defecto, (Exodo 29, 1)

  • y prepara con harina de la mejor calidad panes ácimos, tortas sin levadura amasadas con aceite, y galletas sin levadura untadas con aceite. (Exodo 29, 2)

  • El Señor dijo a Moisés: Consigue las siguientes sustancias aromáticas en cantidades iguales: resina, ámbar, gálbano perfumado e incienso puro, (Exodo 30, 34)

  • Cuando el Señor terminó de hablar con Moisés, en la montaña del Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra escritas por el dedo de Dios. (Exodo 31, 18)

  • y él les dijo: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Que cada uno se arme de su espada; recorran el campamento pasando de una puerta a otra, y maten sin tener en cuenta si es hermano, amigo o pariente". (Exodo 32, 27)

  • Prepárate, además, para subir mañana temprano a la montaña del Sinaí, y después quédate allí, a mi disposición, en la cumbre de la montaña. (Exodo 34, 2)

  • Moisés talló dos tablas de piedra iguales a las primeras, y a la madrugada del día siguiente subió a la montaña del Sinaí, como el Señor se lo había ordenado, llevando las dos tablas en sus manos. (Exodo 34, 4)

  • Él mantiene su amor a lo largo de mil generaciones y perdona la culpa, la rebeldía y el pecado; sin embargo, no los deja impunes, sino que castiga la culpa de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y cuarta generación". (Exodo 34, 7)

  • Moisés estuvo allí con el Señor cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber. Y escribió sobre las tablas las palabras de la alianza, es decir, los diez Mandamientos. (Exodo 34, 28)

  • Cuando Moisés bajó de la montaña del Sinaí, trayendo en sus manos las dos tablas del Testimonio, no sabía que su rostro se había vuelto radiante porque había hablado con el Señor. (Exodo 34, 29)


“Que o Espírito Santo guie a sua inteligência, faça-o descobrir a verdade escondida na Sagrada Escritura e inflame a sua vontade para praticá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina