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Luego entraron para ofrecer sacrificios y holocaustos. Mientras tanto, Jehú había apostado afuera a ochenta hombres y les había dicho: "El que deje escapar a alguno de los que yo pongo en las manos de ustedes, responderá por él con su propia vida". (II Reyes 10, 24)
Y cuando terminó de ofrecer el holocausto, Jehú dijo a los guardias y a los oficiales: "¡Entren y mátenlos! ¡Que no salga ni uno solo!". Ellos los mataron al filo de la espada y los arrojaron afuera. Luego los guardias y los oficiales llegaron hasta la ciudadela del templo de Baal, (II Reyes 10, 25)
Cuando David terminó de ofrecer los holocaustos y los sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre del Señor, (I Crónicas 16, 2)
Pero el rey David dijo a Ornán: "¡De ninguna manera! La compraré por su precio real en plata, porque no voy a tomar para el Señor lo que te pertenece, ni voy a ofrecer un holocausto que no cuesta nada". (I Crónicas 21, 24)
Además, debían ofrecer los holocaustos al Señor en los sábados, novilunios y solemnidades, según el número y el rito establecido delante del Señor para siempre. (I Crónicas 23, 31)
y para hacer los objetos de oro y plata y todas las obras de orfebrería. ¿Quién de ustedes esta dispuesto a ofrecer sus dones al Señor con la misma generosidad?". (I Crónicas 29, 5)
Ahora yo voy a construir una Casa para el nombre del Señor, mi Dios, y voy a consagrarla a él para quemar incienso aromático en su presencia, para presentar las ofrendas dispuestas continuamente, y para ofrecer los holocaustos de la mañana y de la tarde, de los sábados, los novilunios y las solemnidades del Señor, nuestro Dios, y eso para siempre en Israel. (II Crónicas 2, 3)
Entonces Salomón comenzó a ofrecer holocaustos al Señor sobre el altar que había erigido ante el vestíbulo del Templo. (II Crónicas 8, 12)
Gente de todas las tribus de Israel, que buscaba de todo corazón al Señor, el Dios de Israel, fue detrás de ellos a Jerusalén, para ofrecer sacrificios al Señor, el Dios de sus padres. (II Crónicas 11, 16)
Iehoiadá estableció puestos de guardia en la Casa del Señor, a las órdenes de los sacerdotes que David había distribuido en la Casa del Señor, para ofrecer holocaustos al Señor -como está escrito en la Ley de Moisés- con alegría y con cantos, según las prescripciones de David. (II Crónicas 23, 18)
Pero cuando se hizo fuerte, su corazón se ensoberbeció hasta pervertirse, y se rebeló contra el Señor, su Dios, entrando en el Templo del Señor para ofrecer incienso sobre el altar de los perfumes. (II Crónicas 26, 16)
los cuales se opusieron al rey Ozías, diciéndole: "Ozías, no te corresponde a ti ofrecer incienso al Señor, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que han sido consagrados para quemar el incienso. Aléjate del Santuario, porque te has rebelado, y eso no será para ti un título de gloria a los ojos del Señor Dios". (II Crónicas 26, 18)