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Esos hombres dijeron: "No encontraremos ningún motivo de acusación contra Daniel, sino es en la Ley de su Dios". (Daniel 6, 6)
Mi Dios ha enviado a su Ángel y ha cerrado las fauces de los leones, y ellos no me han hecho ningún mal, porque yo he sido hallado inocente en su presencia; tampoco ante ti, rey, había cometido ningún mal". (Daniel 6, 23)
Yo vi al carnero que embestía hacia el oeste, hacia el norte y hacia el sur. Ningún animal podía resistir ante él, y nadie podía librar de su poder; él obraba a su arbitrio y se engrandecía. (Daniel 8, 4)
no comí ningún manjar exquisito; ni la carne ni el vino entraron en mi boca, ni me hice ninguna unción, hasta que se cumplieron tres semanas enteras. (Daniel 10, 3)
Muchos serán purificados, blanqueados y acrisolados; los malvados harán el mal, y ningún malvado podrá comprender, pero los prudentes comprenderán. (Daniel 12, 10)
Efraím dijo: "Sí, yo me enriquecí, he amasado una fortuna; pero en todas mis ganancias, no encontrarán en mí ningún delito que sea pecado". (Oseas 12, 9)
¡El Día del Señor será tinieblas y no luz, será oscuro, sin ningún resplandor! (Amós 5, 20)
Yo vi al Señor de pie junto al altar, y él dijo: ¡Golpea el capitel y temblarán los umbrales! Destruye a todos los que van a la cabeza, y a los últimos, los mataré por la espada. No escapará ningún fugitivo, ni uno solo se podrá evadir. (Amós 9, 1)
Además, mandó proclamar en Nínive el siguiente anuncio: "Por decreto del rey y de sus funcionarios, ningún hombre ni animal, ni el ganado mayor ni el menor, deberán probar bocado: no pasten ni beban agua; (Jonás 3, 7)
El Señor le replicó: "Tú te conmueves por ese ricino que no te ha costado ningún trabajo y que tú no has hecho crecer, que ha brotado en una noche y en una noche se secó, (Jonás 4, 10)
El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal. (Sofonías 3, 15)
Yo acamparé junto a mi casa como una guardia contra los que pasan y vuelven: no pasará más entre ellos ningún opresor, porque ahora he visto con mis ojos. (Zacarías 9, 8)
