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  • y pronunciarán estas palabras: "Nuestras manos no han derramado esa sangre y nuestros ojos no han visto nada. (Deuteronomio 21, 7)

  • Cuando salgas a combatir contra tus enemigos, y el Señor, tu Dios, los ponga en tus manos, si tomas algunos prisioneros (Deuteronomio 21, 10)

  • Porque el Señor, tu Dios, recorrerá el campamento para protegerte y para poner a tus enemigos en tus manos. Por eso tu campamento será un lugar santo, y el Señor no debe ver en él nada indecente. De lo contrario se apartaría de ti. (Deuteronomio 23, 15)

  • Él las pondrá en tus manos, y entonces ustedes deberán comportarse con ellas conforme a la orden que les di. (Deuteronomio 31, 5)

  • Sí, el Señor hará justicia con su pueblo y tendrá compasión de sus servidores. Cuando vea que sus manos flaquean y ya no quedan esclavos ni hombres libres, (Deuteronomio 32, 36)

  • Él ama de veras a los pueblos; ¡todos sus santos están en tus manos! Ellos se postran a tus pies, cada uno recibe tus palabras. (Deuteronomio 33, 3)

  • Bendice, Señor, su valor y acepta la obra de sus manos. Castiga las espaldas de sus agresores y que sus enemigos no se levanten más". (Deuteronomio 33, 11)

  • Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había impuesto sus manos sobre él; y los israelitas le obedecieron, obrando de acuerdo con la orden que el Señor había dado a Moisés. (Deuteronomio 34, 9)

  • Entonces el Señor dijo a Josué: "Yo he puesto en tus manos a Jericó y a su rey. (Josué 6, 2)

  • Mientras tanto, Josué decía: "¡Señor! ¿Para qué hiciste pasar el Jordán a este pueblo? ¿Sólo para ponernos en manos de los amorreos y hacernos desaparecer? ¡Ojalá nos hubiéramos decidido a quedarnos al otro lado del Jordán! (Josué 7, 7)

  • Entonces ustedes saldrán del lugar donde estaban emboscados y ocuparán la ciudad. El Señor, nuestro Dios, la pondrá en sus manos. (Josué 8, 7)

  • Ahora nos tienes en tus manos; trátanos como te parezca más conveniente y justo". (Josué 9, 25)


“Deve-se caminhar em nuvens cada vez que se termina uma confissão!” São Padre Pio de Pietrelcina