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El Señor se portó como un enemigo y devoró a Israel: devoró todos sus palacios, destruyó sus fortalezas; multiplicó en la hija de Judá las lamentaciones y los lamentos. (Lamentaciones 2, 5)
El Señor decidió arrasar la muralla de la hija de Sión: tomó sus medidas y no retiró su brazo hasta dejarla derruida; cubrió de luto el antemural y el muro, que se desmoronaron juntamente. (Lamentaciones 2, 8)
Están sentados en el suelo, silenciosos, los ancianos de la hija de Sión; se han cubierto la cabeza de polvo, se han vestido con un sayal. Dejan caer su cabeza hasta el suelo las vírgenes de Jerusalén. (Lamentaciones 2, 10)
Mis ojos se deshacen en llanto, me hierven las entrañas; mi bilis se derrama en la tierra por el desastre de la hija de mi pueblo, mientras desfallecen sus niños y pequeños en las plazas de la ciudad. (Lamentaciones 2, 11)
¿A quién podré compararte? ¿A quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿A quién te igualaré, para poder consolarte, virgen hija de Jerusalén? Porque tu desastre es inmenso como el mar: ¿quién te sanará? (Lamentaciones 2, 13)
Al verte, golpean las manos todos los que pasan por el camino; silban y mueven la cabeza sobre la hija de Jerusalén: "¿Es ésta el dechado de toda hermosura, la alegría de toda la tierra?". (Lamentaciones 2, 15)
¡Invoca al Señor de corazón, gime, hija de Sión! ¡Deja correr tus lágrimas a raudales, de día y de noche: no te concedas descanso, que no repose la pupila de tus ojos! (Lamentaciones 2, 18)
Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, por el desastre de la hija de mi pueblo. (Lamentaciones 3, 48)
Hasta los chacales presentan las ubres para amamantar a sus cachorros; pero la hija de mi pueblo se ha vuelto cruel como los avestruces del desierto. (Lamentaciones 4, 3)
La iniquidad de la hija de mi pueblo ha superado el pecado de Sodoma, que fue destruida en un instante sin que se moviera una mano contra ella. (Lamentaciones 4, 6)
Las mismas manos de tiernas mujeres cocinaron a sus hijos: ellos les sirvieron de alimento en el desastre de la hija de mi pueblo. (Lamentaciones 4, 10)
¡Regocíjate y alégrate, hija de Edóm, tú que habitas en el país de Us! También tú recibirás la copa: te embriagarás y te desnudarás. (Lamentaciones 4, 21)