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  • En efecto, todos los que hayan pecado sin tener la Ley de Moisés perecerán sin esa Ley; y los que hayan pecado teniendo la Ley serán juzgados por ella, (Romanos 2, 12)

  • ¿Y qué importa que algunos no hayan creído? ¿Acaso su incredulidad anulará la fidelidad de Dios? (Romanos 3, 3)

  • Porque acabamos de probar que todos están sometidos al pecado, tanto los judíos como los que no lo son. Así lo afirma la Escritura: No hay ningún justo, ni siquiera uno; (Romanos 3, 10)

  • no hay nadie que comprenda, nadie que busque a Dios. (Romanos 3, 11)

  • en sus caminos hay ruina y miseria, (Romanos 3, 16)

  • la justicia de Dios, por la fe en Jesucristo, para todos los que creen. Porque no hay ninguna distinción: (Romanos 3, 22)

  • ¿Qué derecho hay entonces para gloriarse? Ninguno. Pero, ¿en virtud de qué ley se excluye ese derecho? ¿Por la ley de las obras? No, sino por la ley de la fe. (Romanos 3, 27)

  • porque no hay más que un solo Dios, que justificará a los circuncisos en virtud de la fe y a los incircuncisos por medio de esa misma fe. (Romanos 3, 30)

  • ya que la Ley provoca la ira y donde no hay Ley tampoco hay transgresión. (Romanos 4, 15)

  • En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta. (Romanos 5, 13)

  • Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos. (Romanos 5, 15)

  • porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo. (Romanos 7, 18)


“O meu passado, Senhor, à Tua misericórdia. O meu Presente, ao Teu amor. O meu futuro, à Tua Providência.” São Padre Pio de Pietrelcina