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  • Pero si el sacerdote comprueba que no hay emblanquecimiento del vello ni hundimiento de la epidermis, y que la mancha ha ido cediendo, mantendrá aislado al enfermo durante siete días. (Levítico 13, 26)

  • Pero si el sacerdote comprueba que la zona afectada de tiña no aparece más hundida que el resto de la piel, y que en ella no hay pelo negro, mantendrá aislado al enfermo durante siete días. (Levítico 13, 31)

  • Al séptimo día examinará la afección, y si la tiña no se ha propagado ni hay pelo amarillento, y la zona afectada no aparece más hundida que el resto de la piel, (Levítico 13, 32)

  • el sacerdote lo examinará, y si la tiña se ha extendido, no necesitará verificar si hay pelo amarillento: el enfermo es impuro. (Levítico 13, 36)

  • El sacerdote examinará la mancha después de haber sido lavada: si esta no ha cambiado de aspecto, aunque no se haya extendido, el objeto es impuro y deberás quemarlo: es una corrosión, sea en la parte interior o en la parte exterior. (Levítico 13, 55)

  • Cuando haya que declarar puro a un leproso, se aplicará el siguiente ritual: La persona será presentada al sacerdote. (Levítico 14, 2)

  • y ofrecerá sobre el altar el holocausto y la oblación. Y cuando el sacerdote haya realizado el rito de expiación en favor de esa persona, esta quedará purificada. (Levítico 14, 20)

  • Después ofrecerá las dos torcazas o los dos pichones de paloma -según hayan sido sus posibilidades- (Levítico 14, 30)

  • Antes de entrar a examinar las manchas, el sacerdote ordenará que la desocupen, para que nada de lo que hay en ella se vuelva impuro. Luego entrará a examinar la casa, (Levítico 14, 36)

  • Después hará rasquetear todo el interior de la casa, y el revoque que haya sido quitado será arrojado fuera de la ciudad, a un lugar impuro. (Levítico 14, 41)

  • El que se siente en un mueble donde se haya sentado ese hombre, deberá lavar su ropa y bañarse con agua, y será impuro hasta la tarde. (Levítico 15, 6)

  • Toda montura sobre la que haya montado el enfermo, será impura. (Levítico 15, 9)


“As almas! As almas! Se alguém soubesse o preço que custam”. São Padre Pio de Pietrelcina