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¡Sí, todas las mesas están llenas de vómitos inmundos, no queda espacio limpio! (Isaías 28, 8)
El herrero forja la imagen, la trabaja al fuego y la modela con el martillo: la trabaja con su brazo robusto. Después siente hambre y decae su fuerza; si no bebe agua, queda agotado. (Isaías 44, 12)
lo llevan sobre sus hombros, lo sostienen, lo ponen en su sitio, y allí se queda, sin poder moverse de su lugar: por más que se le grite, él no responde, ni puede salvar de la angustia. (Isaías 46, 7)
Al grito de la caballería y los arqueros, huye todo el país: entran en las espesuras, suben a los peñascos, todas las ciudades son abandonadas, no queda un solo habitante. (Jeremías 4, 29)
El hombre queda aturdido, sin comprender, el fundidor se avergüenza de su ídolo, porque su estatua es una mentira, y en nada de eso hay aliento de vida; (Jeremías 10, 14)
¡Sube al país de Merataim, sube contra él y contra los habitantes de Pecod! ¡Masacra y consagra al exterminio lo que queda de él -oráculo del Señor- y obra como yo te ordené! (Jeremías 50, 21)
El hombre queda aturdido, sin comprender, el fundidor se avergüenza de su ídolo, porque su estatua es una mentira y no hay en nada de eso aliento de vida; (Jeremías 51, 17)
La violencia se ha alzado como vara de maldad. No queda nada de ellos, nada de su tumulto ni de su agitación; no hay tregua para ellos. (Ezequiel 7, 11)
ahí queda un resto de sobrevivientes que hacen salir a sus hijos y a sus hijas y vienen adonde están ustedes. Ustedes verán su mala conducta y sus obras, y se consolarán de la desgracia que atraje sobre Jerusalén, de todo lo que mandé contra ella. (Ezequiel 14, 22)
porque ellos subieron a Asiria. El asno salvaje se queda solo, pero Efraím paga los amores con regalos. (Oseas 8, 9)
El hombre fiel ha desaparecido del país: ¡no queda ni un justo entre los hombres! Todos están al acecho para derramar sangre, cada uno atrapa a su hermano en la red. (Miqueas 7, 2)
Extenderé mi mano contra Judá y contra todos los habitantes de Jerusalén; extirparé de este lugar todo lo que queda de Baal, el nombre de sus ministros y a los sacerdotes junto con ellos. (Sofonías 1, 4)