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Pero Josaba, hermana de Ocozías, tomó a Joás, su sobrino, y lo sacó de entre los hijos del rey a los que estaban matando, y lo puso con su nodriza, en el dormitorio. Así lo ocultó a la vista de Atalía y el niño se salvó. (2 Reyes 11, 2)
Los hijos de Sedecías fueron degollados a su vista, y a él le sacó los ojos, encandenándolo con una doble cadena de bronce para llevarlo a Babilonia. (2 Reyes 25, 7)
Pero Josabá, hija del rey, tomó a Joas, hijo de Ocozías, lo sacó de entre los hijos del rey a quienes estaban matando y los puso a él y a su nodriza en el dormitorio. Josabá, hija del rey Joram, esposa del sacerdote Jovadá y hermana de Ocozías, lo escondió de la vista de Atalía, que no pudo asesinarlo. (2 Crónicas 22, 11)
Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se enfureció y mientras que se enojaba contra los sacerdotes brotó la lepra en su frente, a vista de los sacerdotes, en la Casa de Yavé, junto al altar del incienso. (2 Crónicas 26, 19)
Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, pues estaba en un lugar más alto que ellos, y, cuando lo abrió, el pueblo entero se puso de pie. (Nehemías 8, 5)
Oyó Dios la oración de Tobit y la de Sara; y envió al ángel Rafael para devolver la vista a Tobit y entregar a Sara por esposa a su hijo Tobías; También para encadenar al mal demonio Asmodeo, porque Sara debía ser la esposa de Tobías. (Tobías 3, 16)
Untale los ojos con la hiel del pez; él los frotará y caerán como escamas de sus ojos. Recobrará la vista y verá la luz.» (Tobías 11, 8)
Tobit murió en paz a la edad de ciento doce años y fue sepultado dignamente en Nínive. Tenía sesenta y dos años cuando quedó ciego; después de recuperar la vista vivió feliz, practicó la limosna, alabó siempre a Dios y proclamó sus grandezas. (Tobías 14, 2)
Cumplida la orden, Judit salió con su sierva. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada mientras bajaba por la montaña hasta que llegó al valle, y allí la perdieron de vista. (Judit 10, 10)
En vista de que les faltan alimentos y escasea el agua, han decidido consumir todo lo que Dios con sus leyes les tiene prohibido comer. (Judit 11, 12)
Muy por el contrario, pues si tú persistes en no hablar ahora que puedes hacerlo, ya llegarán por otro lado a los judíos su salvación y liberación, y en cambio morirás tú con toda tu familia. Quién sabe si, tal vez, en vista de una circunstancia como ésta, tú llegaste a ser reina» (Ester 4, 14)
En vista de esto hemos ordenado, como lo menciona en sus cartas Amán, nuestro colaborador en el gobierno y nuestro segundo padre, que toda esa gente sea exterminada por la espada, incluyendo a sus mujeres y niños, sin consideración ni miramiento alguno, el (Ester 13, 6)