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  • Luego, dirigiéndose a Coré y a toda su banda, les dijo: "Mañana temprano Yavé dará a conocer quién es suyo y quién le está consagrado y puede acercarse a él. El mismo hará que se aproxime el que eligió. (Números 16, 5)

  • Todo el pueblo permanecía de pie por ambos lados del Arca, con sus jefes, secretarios y jueces. Al frente suyo estaban los sacerdotes y los levitas que portaban el Arca de Yavé; israelitas de raza y forasteros estaban juntos. La mitad del pueblo se extendía hacia el cerro Garizim y la otra mitad cerca del Ebal, según lo mandado por Moisés referente a la manera de bendecir a Israel. (Josué 8, 33)

  • Se dividirá el país en siete partes, pues Judá tiene su territorio al sur, y la gente de José, el suyo al norte. (Josué 18, 5)

  • Así que Miqueas tuvo una Casa de Dios; también se hizo un mueble para sacar la suerte y unos idolitos, y consagró a uno de sus hijos como sacerdote suyo. (Jueces 17, 5)

  • Salomón respondió: «Tú has tenido gran amor a David, mi padre, ya que él te servía fielmente, como es debido y con sinceridad. También le has hecho un favor muy grande permitiendo que un hijo suyo le sucediera en el trono. (1 Reyes 3, 6)

  • Hijos de Hananías: Pelatías; Isaías, hijo suyo; Refaías, hijo suyo; Arnán, hijo suyo; Abdías, hijo suyo; Secanías, hijo suyo. Hijos de Secanías: (1 Crónicas 3, 21)

  • Hijos de Mismá: Jamuel, hijo suyo; Zacur, hijo suyo; Simí, hijo suyo. (1 Crónicas 4, 26)

  • Hijos de Joel: Semaías, hijo suyo; Gog, hijo suyo; Simí, hijo suyo; (1 Crónicas 5, 4)

  • Mica, hijo suyo; Reaías, hijo suyo; Baal, hijo suyo; (1 Crónicas 5, 5)

  • Beerá, hijo suyo, al cual Teglatfalasar, rey de Asiria, llevó cautivo. Era jefe de los rubenitas. (1 Crónicas 5, 6)

  • De Guersón: Libní, hijo suyo; Yajat, hijo suyo; Zimmá, hijo suyo; (1 Crónicas 6, 5)

  • Yoaj, hijo suyo; Iddó, hijo suyo; Zéraj, hijo suyo; Yeatray, hijo suyo. (1 Crónicas 6, 6)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina